Desde el extranjero
alguien se asombró muchísimo porque los artistas e intelectuales cubanos pertenecemos
a una organización llamada UNEAC y celebramos asambleas generales. Hasta lo
creyó cosas de Corea del Norte o de extraterrestres. Pues no, amigo mío. No
somos extraterrestres: somos caribeños y por demás, cubanos de la Isla. Tampoco nada que
ver con los intelectuales de Corea del Norte –si es que acaso los tienen –porque
los de Cuba, los verdaderos, no fingimos, aunque nos caigan de punta, rieles de
cazadores de brujas.
Es discutible por qué la Revolución dio a los
intelectuales la UNEAC,
a los campesinos la ANAP,
a los periodistas la UPEC,
y así sucesivamente aglutinó los diferentes gremios en organizaciones “no gubernamentales”
que poco tienen que ver con esta última condición. Es innegable la injerencia
del Partido en cada una de ellas. Puede que, como muchos opinan, dichas
instituciones fueron creadas para ofrecerlas hechas a la manera que más le
convenía al Estado y evitar que estas colectividades nacieran libres e
independientes por su cuenta y de sus propios actores.
No voy a negar que,
hasta la toma del poder del actual presidente permaneciéramos con la boca
tapada, sin poder expresar –al menos públicamente –nuestra crítica a los
disfuncionamientos sociales que hoy combatimos con ideas frescas y concreta
elocuencia.
No obstante, aquí
estamos. Aún con limitaciones. Sin embargo, ya se nos escucha y se nos atiende.
Y es nuestro deber como buenos cubanos ayudar a Cuba, que no es el cúmulo de
terreno fértil y blancas playas que tantos envidian, sino el cúmulo de once
millones de seres humanos dentro y quién sabe cuántos millones de seres humanos
fuera.
Esta lucha de los
intelectuales ha costado el dolor de los que fueron reprimidos como es el caso
de Heberto Padilla, perseguidos como Reinaldo Arenas, expulsados como lo es el
caso de Raúl Rivero y sus otros nueve compañeros; y pasará a la historia no
como “el quinquenio gris” que ya hoy
se rememora sin aprensiones, sino con mucho mayor tiempo a su desprecio.
Porque la
palabra es más poderosa que la espada. Y siempre han existido y
existirán hombres de la talla de Leonardo Padura y Pedro Juan Gutiérrez que, a
pesar de ver marginada su obra dentro de la Patria, permanecieron dentro del país, contra
viento y marea, y triunfaron con ella allende el mar para demostrar a los
cazadores de brujas que eran buenos de verdad; y están aquí, dentro del terruño
natal, sin que de modo alguno los hayan obligado a salir huyendo.
Aquí permanecen
intelectuales como el politólogo Esteban Morales, exponiendo con valentía la
necesidad de una prensa libre e independiente. Están el sicólogo Manuel Calviño
y el economista Triana, dentro de la concepción marxista más rancia, explicando
el porqué de la necesidad de un cambio de mentalidad política, social y
económica. Tenemos periodistas, privados de su profesionalidad, que se
sustentan de trabajos por cuenta propia como es el caso de mi amigo Alejandro
Rodríguez.
Si la UNEAC no es todo lo
independiente que quisiéramos, que no lo sea. Sus miembros la continuarán
perfeccionando con especulaciones y conceptos novedosos. Peor sería que el
rebaño anduviera al garete, perdidos los unos de los otros. Si en la UNEAC sobreviven elementos
mediocres y serviles, es una prueba más de su capacidad para aglutinar
individuos. Cada miembro que se destaque en una u otra vertiente social, tendrá
que rendir cuentas a la historia, como tendrán que rendir cuenta los que se
atrevan a ultrajar los heterodoxos. Y por otra parte, en lo que sí coincidimos
todos los intelectuales cubanos de buena voluntad es en la imperiosa necesidad
de propiciar en Cuba un cambio pacífico y conciliador, capaz de hacer
estrecharse las manos a los antes considerados enemigos y abrirse al mundo como
una vez aconsejara Juan Pablo II.
Pedro
Armando Junco
Que así sea! Sólo que eso de asamblea de artistas, sonó un tanto esotérico, más allá de cualquier siglas.
ResponderEliminarSaludos,