miércoles, 20 de noviembre de 2013

Por qué de la UNEAC y sus asambleas



Desde el extranjero alguien se asombró muchísimo porque los artistas e intelectuales cubanos pertenecemos a una organización llamada UNEAC y celebramos asambleas generales. Hasta lo creyó cosas de Corea del Norte o de extraterrestres. Pues no, amigo mío. No somos extraterrestres: somos caribeños y por demás, cubanos de la Isla. Tampoco nada que ver con los intelectuales de Corea del Norte –si es que acaso los tienen –porque los de Cuba, los verdaderos, no fingimos, aunque nos caigan de punta, rieles de cazadores de brujas.
Es discutible por qué la Revolución dio a los intelectuales la UNEAC, a los campesinos la ANAP, a los periodistas la UPEC, y así sucesivamente aglutinó los diferentes gremios en organizaciones “no gubernamentales” que poco tienen que ver con esta última condición. Es innegable la injerencia del Partido en cada una de ellas. Puede que, como muchos opinan, dichas instituciones fueron creadas para ofrecerlas hechas a la manera que más le convenía al Estado y evitar que estas colectividades nacieran libres e independientes por su cuenta y de sus propios actores.
No voy a negar que, hasta la toma del poder del actual presidente permaneciéramos con la boca tapada, sin poder expresar –al menos públicamente –nuestra crítica a los disfuncionamientos sociales que hoy combatimos con ideas frescas y concreta elocuencia.
No obstante, aquí estamos. Aún con limitaciones. Sin embargo, ya se nos escucha y se nos atiende. Y es nuestro deber como buenos cubanos ayudar a Cuba, que no es el cúmulo de terreno fértil y blancas playas que tantos envidian, sino el cúmulo de once millones de seres humanos dentro y quién sabe cuántos millones de seres humanos fuera.
Esta lucha de los intelectuales ha costado el dolor de los que fueron reprimidos como es el caso de Heberto Padilla, perseguidos como Reinaldo Arenas, expulsados como lo es el caso de Raúl Rivero y sus otros nueve compañeros; y pasará a la historia no como “el quinquenio gris” que ya hoy se rememora sin aprensiones, sino con mucho mayor tiempo a su desprecio.
Porque la palabra es más poderosa que la espada. Y siempre han existido y existirán hombres de la talla de Leonardo Padura y Pedro Juan Gutiérrez que, a pesar de ver marginada su obra dentro de la Patria, permanecieron dentro del país, contra viento y marea, y triunfaron con ella allende el mar para demostrar a los cazadores de brujas que eran buenos de verdad; y están aquí, dentro del terruño natal, sin que de modo alguno los hayan obligado a salir huyendo.
Aquí permanecen intelectuales como el politólogo Esteban Morales, exponiendo con valentía la necesidad de una prensa libre e independiente. Están el sicólogo Manuel Calviño y el economista Triana, dentro de la concepción marxista más rancia, explicando el porqué de la necesidad de un cambio de mentalidad política, social y económica. Tenemos periodistas, privados de su profesionalidad, que se sustentan de trabajos por cuenta propia como es el caso de mi amigo Alejandro Rodríguez.
Si la UNEAC no es todo lo independiente que quisiéramos, que no lo sea. Sus miembros la continuarán perfeccionando con especulaciones y conceptos novedosos. Peor sería que el rebaño anduviera al garete, perdidos los unos de los otros. Si en la UNEAC sobreviven elementos mediocres y serviles, es una prueba más de su capacidad para aglutinar individuos. Cada miembro que se destaque en una u otra vertiente social, tendrá que rendir cuentas a la historia, como tendrán que rendir cuenta los que se atrevan a ultrajar los heterodoxos. Y por otra parte, en lo que sí coincidimos todos los intelectuales cubanos de buena voluntad es en la imperiosa necesidad de propiciar en Cuba un cambio pacífico y conciliador, capaz de hacer estrecharse las manos a los antes considerados enemigos y abrirse al mundo como una vez aconsejara Juan Pablo II.

Pedro Armando Junco

1 comentario:

  1. Que así sea! Sólo que eso de asamblea de artistas, sonó un tanto esotérico, más allá de cualquier siglas.
    Saludos,

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