martes, 17 de diciembre de 2013

Barak Obama y Raúl Castro se dan las manos



La “comidilla” de los chismógrafos cubanos esta semana ha sido el efusivo saludo y apretón de manos que se dieron Barak Obama y Raúl Castro en Sudáfrica. No es para menos. ¡Tantos años esperando por, aunque solo fuera, un saludo cordial!
Por mi puestecito de viandas y hortalizas pasan al anochecer abogados, profesores universitarios, médicos, escritores y gente de pueblo que no por la ausencia de títulos plantean cuestiones interesantes. Y la noche del martes 10 de diciembre, que dicho sea de paso festeja un cumpleaños más de la maravillosa declaración universal de los derechos humanos, se convirtió en festividad de individuales criterios ciudadanos. Esta diversidad de opiniones salta a la vista en los habitantes como salmón en la cascada. Unas optimistas, otras recelosas y hasta despectivas algunas. Por eso, en mi afán de cronista “blogosférico”, he recogido algunas de ellas.

Uno de esos criterios destructivos fue el de un señor de avanzada edad que manifestó, mientras compraba algunas viandas en mi cochera:
–La política es lo más sucio de las superestructuras sociales. Se sonrieron mientras que por dentro el odio les corroía hasta los intestinos.
Y conocedor de mi afición martiana remachó con una cita del Apóstol: “Mientras más de cerca toco las cosas políticas más repugnancia me inspiran.”
Mi puestecito vespertino de viandas y hortalizas hace a veces de peña social con los feligreses. Así que me sirvió para sacar de ese señor el resentimiento añejo que lo taladra a más de medio siglo disfuncional entre las relaciones de ambos países y gobiernos. Para él –como para muchos –el diferendo comenzó el día en que el Gobierno Revolucionario confiscó todos los bienes de las compañías norteamericanas radicadas en nuestro país y se negó a retribuir sus valores. La respuesta de la otra orilla no se hizo esperar y se implantó el embargo económico, conocido en Cuba como “bloqueo”. A partir de allí el “tira que jala”, cada vez más fuerte y competitivo desató un desentendimiento perpetuo en ambas partes, muy parecido a un par de ignorantes que se pelean a puñetazos.
El hombre compró sus ensaladas, hizo un mohín con la boca, me dio la espalda y se marchó sin esperar mi respuesta.

Otra opinión todavía muy pesimista fue la de una joven profesional talentosa y expresiva que, sin soltar la cesta de sus manos, aseguró que el “tropezón” de Obama y Raúl en los funerales de Mandela no pasará de un apretón de manos y un saludo hipócrita por ambas partes, puesto que las políticas cubano-norteamericanas son diametralmente opuestas. Dos sistemas antagónicos por naturaleza, incapaces de sacrificar escollos para limar diferencias.
–A Cuba le hace falta un enemigo potencial para echarle la culpa de sus fracasos administrativos –afirmó con toda su fortaleza de mujer maquiavélica –, y ese enemigo, por excelencia, es Norteamérica y su embargo económico.
Para esta muchacha, al parecer, el futuro de las relaciones de mi país con el vecino del Norte, serán eternamente antagónicas. Ni tira ni encoge para un lado u otro. Tanto critica la explotación laboral del sistema capitalista como la miseria criolla causada precisamente por la ausencia de trabajo productivo verdadero. Como joven a fin de cuentas y con una gracia que casi le hace a uno enamorarse de ella, me soltó al marcharse un juego de palabras:
–A los cubanos solamente nos quedan dos maneras de irnos: una, irnos del país, y la otra, irnos acostumbrando a la indigencia.

Un rato después apareció un señor mientras sostenía un debate con otro intelectual desconocido y se incorporó a la palestra. Este señor, quien no pretendió siquiera identificarse, mira “el apretón de manos” de manera muy parecida a la mía –por no decir análoga, puesto que la dialéctica no permite la igualdad absoluta –. Él es del criterio positivista de un grupo poblacional que intuye un arreglo a corto plazo entre Cuba y Los Estados Unidos. Y según pude dilucidar de su exposición, este saludo cordial entre las principales figuras de ambos gobiernos es el disparo propiciatorio para una carrera de entendimiento rápido y certero. A Barak Obama aún le quedan tres años en la presidencia y Raúl Castro ha movido fichas de cambio muy importantes desde que tomó las riendas del poder hace apenas seis años.
Lo más interesante que escuché de aquel hombre fue la enumeración detallada de las aperturas promovidas por el actual Presidente:
 –La absolución de los presos políticos fue una medida correcta…; cuando otorgó el derecho de compraventa a los poseedores de carros y viviendas propias obró de manera correcta…; el derecho al trabajo privado, por cuenta propia, aunque en pequeña escala, ha sido otra medida correcta…; la entrega de tierras a los campesinos, cuestión que se vino anunciando desde comienzos de la Revolución y nunca se había llevado a cabo, aunque mantenga muchas limitaciones todavía, es otra medida correcta…; la exclusión de la “carta blanca” que nos convertía en prisioneros dentro de la Isla, debe tenerse en cuenta como la más importante de las tantas medidas correctas implantadas por el nuevo gobierno de Raúl Castro. Ahora solo nos falta desterrar inquinas pasadas con el vecino del Norte. Conversar con respeto. Callar la lengua a los medios difusivos oficialistas que no descansan un minuto en atacar a los Estados Unidos, para lograr sentarnos a la mesa de conversaciones y arreglar de una vez por todas el diferendo. No es secreto para nadie que nuestro países “hermanos” tienen hermosas relaciones financieras con ellos, mientras nosotros, con tantos ladridos inútiles, permanecemos aislados.

Todo parecía muy convincente cuando el otro interlocutor que había esperado pacientemente el final del discurso tomó la palabra:
Si soltar a los presos políticos y consentir la libertad de expresión son medidas correctas de Raúl; si convertir en lícita y verdadera la propiedad de los carros y las viviendas son medidas correctas de Raúl; si permitir pequeños trabajos por cuenta propia y entregar tierras a los campesinos son medidas correctas de Raúl; si aprobar que los cubanos puedan viajar al extranjero sin el permiso que los convertía en esclavos se suma a otra más de las grandes medidas correctas de Raúl…, yo pregunto: ¿Entonces todas esas medidas implantadas por su antecesor eran incorrectas?
Y el hombre se marchó sin esperar respuesta.

Pedro Armando Junco

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