Una nueva generación de artistas plásticos camagüeyanos es, a mi juicio, el más reciente descubrimiento de nuestro colega Pável Alejandro Barrios Sosa. La reciente exposición intitulada el arte de la historia, cuya curaduría estuvo a su cargo, es un proyecto colectivo de diferentes pintores del patio. Y como él mismo dijera en la presentación, Camagüey nunca se ha quedado rezagado en el arte nacional, incluyendo la plástica. Esta vez los artistas noveles de la provincia, a la altura de las transformaciones políticas y sociales que se vienen imponiendo en la sociedad, ofrecen una muestra de valor que trasciende lo meramente artístico.
Explicó Pável
que “en el análisis de la “verdad
histórica”, el arte, como una manera particular de visionar el contexto de
creación o mundo en el que vive el artista, se convierte en una proyección más
vívida y compleja de la realidad que la mera narración científica. El arte es
un confidente mucho más creíble de la verdad histórica que lo que llamamos Historia”.
¡Atrevida
afirmación la suya! Pero no por ello deja de tener un sentido razonable, ya que
para muchos –entre los que yo me encuentro –la historia no es como fue, sino
como se cuenta. No solo
porque la historia la escriben los vencedores, sino porque a partir del hecho,
como sucede luego de una interpretación literaria, cada observador asume un
juicio propio que, por cercano que se encuentre con relación a los demás y la
verdad histórica, siempre se difumina aunque sea una pizca de lo realmente acontecido.
Por eso, este
muestrario que nos ofrece la presente exposición de la galería “Julián
Morales” en la sede de la UNEAC, propone amplia gama de matices a la más
exigente mirada. La suspicacia de estos muchachos de la novísima generación no
deja nada que desear a quienes pretendan obtener las más disímiles lecturas.
Cada uno de ellos vierte en sus obras esa originalidad que va desde la más
hilarante y positiva aclamación, hasta lo que alguna vez se llamó en música
“canción protesta”.
La pintura de Roberto
Noguel Toledo Tiananmen in memoriam
va más allá del mero señalamiento a un hecho histórico genocida, y se convierte
a la vez en una denuncia a lo que el mundo conoce como la mayor masacre humana
de los últimos años, llevada a cabo en la plaza de Tiananmen por los
gobernantes de la República Popular China. La sugerencia nítida de un hombre
solitario, sombrero en mano, con la rústica vestidura de un pantalón negro y
una camisa blanca, frente a la cordillera de tanques de guerra desvaídos como
sombras que a medida que se alejan pierden hasta sus cañones, nos proyecta una
serie de representaciones altamente filosóficas que, aunque muchos pudieran
considerarlas esotéricas, están a flor de piel en el lienzo.
De igual manera,
en su exhibición Tierra mía, Noguel presenta tres banderas cubanas de
diferentes dimensiones, con la mayor al centro, pero dividida en dos partes.
¿Cuál es el mensaje? Obvio. Su título es el aullido de dolor que el artista
hace eco en nuestro principal símbolo nacional.
Recalca Pável que “el Arte de la Historia es un proyecto
expositivo que dimensiona al creador como un cronista y veedor de su época y de
su pasado, tan o más legitimado que un historiador de oficio, pues las
“condiciones de habla” del arte son infinitas y actúan desde diversos lenguajes
y perspectivas. El arte es, además de un montón de cosas, un mecanismo
sublimador de la realidad, objetiva o subjetiva, luego entonces la “verdad
histórica”, vista desde el arte, debe estar mucho más cerca de la real
complejidad de la cuestión histórica en sí”.
Quizás por eso
los siguientes cuadros del joven Yanel Hernández Prieto expresen auténticos
detalles de carácter íntimo en los personajes históricos allí retratados, como
son las significativas mirada y sonrisa de Kcique taino, donde aparece un Fidel
Castro satisfecho de haber conseguido en el pueblo de Cuba su propósito. Acaso
en su penacho de indio norteamericano haya cierto cinismo artístico nunca
censurable. Y otro valor adicional a ese retrato lo tiene el hecho de haber
sido elaborado en solo un día anterior a la exposición.
Otro dibujo
cautivador del joven Yanel es el retrato de un Carlos Marx de la raza negra,
semblante triste y marcada frustración, solo identificable por la barba
exclusiva que diferencia, a simple vista, cualquier otro personaje histórico
del viejo filósofo alemán enemigo del capitalismo. Su título: Sin
capital, abre, además, un sinfín de caminos a la entelequia del
espectador.
No es tampoco
como para soslayar El corazón con que vivo. Obra
tridimensional, también en técnica mixta como las anteriores, de Osvaldo
Rodríguez Petit. El rostro de aquel niño negro que sostiene en sus hombros la
bandera cubana maltrecha y contraída, que por demás lleva colgado de su cuello
un crucifijo de madera plateada, despliega un amplio abanico de interrogantes
subterráneas al espectador crítico que la contempla,
Por eso, en
determinado momento de la inauguración de estas obras plásticas, Pável hizo
referencia a que el arte no puede mantenerse atado de manos o la creación se
anula. Afortunadamente, ya surgen en nuestro país muchos creadores jóvenes que,
junto a otros veteranos en la virtud, serán capaces de colocar, no solo a Camagüey, sino a
todo el país, como antes lo fuera, en mina inagotable de buen arte y de buen
gusto.
Pedro
Armando Junco
Junco,el cuadro del hombre ante los tanques es una fiel reproducción d una genial foto q es el símbolo del genocidio d Tiananmen.Este hombre tuvo el valor d frenar los tanque d ese gobierno criminal y asesino,no se ha podido saber nunca q fue d él,si sobrevivió o es uno mas d los asesinados.Este abominable hecho no solo será vergüenza para China,también lo será para todos aquellos gobiernos q no condenaron tan horrible crimen.
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