viernes, 16 de mayo de 2014

Veamos al profesor Calviño

            Hace algunos días alcancé a ver una reciente conferencia de Manuel Calviño, nuestro sicólogo mayor. De hecho, escuchar a este destacado profesor es un deleite, pues ofrece un banquete donde el plato fuerte de la idea siempre está muy bien condimentado, asistido por entremeses de humor y postre de palabras verdes.

El tema principal fue, sin dudas, el más debatido de los últimos tiempos: el nuevo concepto de cambio de mentalidad. No es de extrañar que el Ministerio del Interior haya invitado a Manuel Calviño, como anteriormente invitara a Triana Cordoví, para que ofreciera a su alta oficialidad un concepto objetivo, verdadero, de lo que esa frase significa. Por supuesto, descubrí entrambos profesores universitarios, a pesar de ser uno sicólogo y otro economista, una convergencia de criterios donde se impone la idea de que tal cambio debe comenzar por la clase dirigente y no por el pueblo, como desde hace décadas se ha venido promocionando.

En la reciente conferencia hizo hincapié el profesor Calviño en que mandar y dirigir no solo tienen fonemas diferentes, sino que son dos palabras con distintos significados. Y expuso, –con cautela, por cierto –ejemplos vividos por él mismo como ente social y como padre de familia. En conclusión dejó muy claro que mandar puede hacerlo cualquiera, pero dirigir es algo así –y este concepto que voy a citar es mío –como una obra de arte.

A lo largo de toda la conferencia alcancé al pelo algunos bocadillos muy suyos como aquel de que “ser jefe y tener la razón no es lo mismo”, cuestión tabú en décadas pasadas. Y pesqué otro que me encantó muchísimo cuando se refirió al nivel de vida de muchos de los directivos inoperantes: “Tú no puedes vivir mejor que yo a costa de que yo viva mal”.

Calviño declaró que en estudios especializados el nivel de pobreza en Cuba está al 25%; cifra bastante conservadora a mi entender, pues el nivel opuesto, el nivel de riqueza es ínfimo, y solo pertenece a una clase muy selectiva. Entre uno y otro nivel, puede que haya un nivel medio, más cercano al inferior cualitativamente, pero cuantitativamente superior. Ese es el nivel en que acaso vivimos seis o siete millones de cubanos. El problema radica en pretender calificarlo como un nivel de no pobreza.

En toda la conferencia fue quedando implícito el desbarajuste social que sufre nuestro país a causa de los “mandantes”. “Mandar es más fácil que dirigir” le escuchamos decir literalmente. Y se despachó con la cuchara grande al llevar a un análisis profundo el tema de la razón. “Se acabaron los tiempos de ‘quién tiene la razón’. Empiezan los tiempos de ‘cuál es la razón’”. “El único modo de llegar a la razón es dialogando”. “Tenemos que pasar a un sistema más colectivo, más colegiado, más participativo”, porque, concluyó: “La razón impuesta termina por ser una sinrazón”.

En no pocos de mis trabajos críticos, a pesar de conocer al dedillo lo mal que cae a estos personajes que Calviño llevó a la picota, cuando le señalen sus errores; y a pesar de sufrir, incluso, las consecuencias de medidas que se toman contra mí por señalarlos, he demostrado el mal que sufre una sociedad donde la ciudadanía no tiene acceso a ofrecer ideas y lanzar críticas públicas con entera libertad, cuando el oportunismo y la malversación están presentes.  

Por fortuna, el profesor Calviño trajo a colación y de manera muy impugnatoria la frase direccional: “vamos a dejar que la gente hable “, cuando hasta en la Constitución de la República está explícita la libertad de expresión de todo ciudadano. Nadie tiene que darnos permiso para hablar, recalcó Calviño: “el derecho a hablar es mío, no tuyo; en cualquier circunstancia”. Expresar nuestras ideas con entera libertad es nuestro derecho inalienable. Y cuando alguien atenta contra ese derecho está violando no solo a la Constitución de la República, sino a uno de los más bellos artículos de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.  

Otro tópico muy importante de la magistral conferencia fue colocar sobre el tapete la principal causa de pobreza en el país: la no productividad. “Mientras que la gente no pinche el desarrollo es una utopía”. Esta frase axiomática suya, a pesar de estar dicha en lenguaje popular, debería aparecer en las grandes vallas de anuncios de la carretera central y en los titulares de nuestros periódicos. Pero Calviño no solo lanzó la pedrada, sino explicó el porqué la gente no “pincha”. La primera razón, irrebatible, es la falta de compromiso, de sentido de pertenencia en el pueblo trabajador. Y la segunda, según él, puesto que para mí es la que da pie a la primera, radica en la carencia de beneficios personales, en la puerta cerrada para todo aquel que aspire alcanzar con su trabajo honrado el más simple crecimiento económico propio, cuando a su alrededor ve a tantas personas cargadas de prebendas gracias a sus cargos, u observa al más simple de los extranjeros que nos visitan, derrochar en un día lo que él no puede adquirir honradamente en un año. Pero todavía, suponiendo que el cubano de a pie sea un ente medieval con alma de esclavo –QUE NI REMOTAMENTE LO ES –la génesis de la improductividad radica en el poco valor adquisitivo de la moneda con que se paga, al entrar en relación con los altos precios de los artículos que se pueden adquirir con ella.

Muchas cuestiones más introdujo en el horno el profesor Calviño. Pero solamente estas que expongo en el presente artículo, bastarían para hacer entender a la clase dirigente del país que, si se quiere salvar a la Revolución y al socialismo, no basta con oírlas: es urgente escucharlas y ponerlas en práctica.

 

Pedro Armando Junco

 

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