viernes, 27 de febrero de 2015

Los malos malos

Dos días más tarde del encuentro con "los buenos buenos", precisamente el 23 de enero, recibí una llamada telefónica al mediodía. Era una llamada anónima que me instaba a sintonizar el televisor en la emisora provincial. El que llamaba me insistió en que era algo de suma importancia que debía ver, y de inmediato colgó el auricular.

Como yo no tengo televisor, fui a la parte de la casa que doné a mi hija y le pedí pusiera Televisión Camagüey. Transmitían en ese instante una especie de documental provinciano en el que acusaban a un falso pastor de iglesia de nueva denominación que recibía dinero desde el exterior y se dedicaba a ofrecer meriendas y comidas los viernes, en determinado punto de la ciudad a personas muy pobres; se afirmaba en el documental que este pastor apócrifo, perteneciente a los malos malos, recibía ese dinero de una institución contrarrevolucionaria de Miami, o algo así, pues cuando me senté a ver el audiovisual ya había comenzado.

Todos sabemos que en Cuba –como en los demás países del mundo –hay individuos miserables que ni siquiera cuentan con un plato de comida al día. Conocemos también que el Estado cubano mantiene puntos dentro de la ciudad donde esas personas pueden adquirir un plato de arroz, potaje y algo más a un precio módico. Pero es honesto reconocer que, debido al envejecimiento de la ciudadanía, el éxodo de los más jóvenes y la caótica crisis alimentaria del país, ese número de personas infortunadas va en aumento acelerado. Por lo tanto pensé que no estaba mal que alguien más se sumara en ayudar al Gobierno y al Estado cubanos en esa labor altruista de socorrer a los más necesitados. De hecho, la iglesia católica lo está llevando a cabo desde hace tiempo sin mucho ruido, y algunas otras denominaciones cristianas lo tienen en proyecto. La iglesia Bautista a donde asiste mi familia tiene un programa de visita y ayuda a los niños que padecen enfermedades incurables en el hospital pediátrico de la ciudad. ¡Eso es hermoso! Nada hay más cristiano que auxiliar al prójimo necesitado.

Pero en el documental aparecieron personas, disimulado el rostro, que prestaban testimonios negativos de ese supuesto pastor y de su equipo, aduciendo que junto a los alimentos, aprovechaban la oportunidad para hacer propaganda enemiga. Y unos momentos después apareció en pantalla una foto en la cual aparecía el apócrifo ministro. Para sorpresa mía, el sujeto era un joven amigo cibernético que desinteresadamente atiende mi PC, le realiza mantenimientos y resuelve cualquier dificultad que se le presente sin costo alguno, salvo cuando hay que adquirir alguna pieza, y pocas veces hemos tocado temas políticos. Como es natural, corrí a su casa inmediatamente. Creo que también hay algo de cristiano en eso de visitar al amigo cuando se le denigra. Y es bueno, por supuesto, como aconsejaba Sancho Panza en la Ínsula Barataria poner un oído para el acusador y otro para el acusado.

Según me cuenta Yiorvis Bravo, el falso pastor –a quien le pedí el máximo de sinceridad –, es cierto que la ayuda que se ofrecía vino desde el exterior, de manos de una mujer exiliada; que él en realidad no es pastor, aunque sí es un celoso colaborador de la iglesia; pero que la razón principal de públicamente denigrarlo es porque él vive en una mansión heredada de alto valor económico debido a su arquitectura y localización urbanística de la que en más de una vez han tratado de desalojarlo y por eso se le difama públicamente.

 

A mi juicio, de ser cierto que al entregar la dádiva se arguyen intereses ajenos al fruto, se falsean los principios cristianos, porque desde el Sermón de la Montaña nos llega la idea de que, cuando tu mano derecha otorgue algo, que tu mano izquierda ni se entere; pero al margen de estos principios, el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclama la libertad para difundir nuestras ideas por todos los medios de expresión. Y hasta cabe preguntar: ¿no es un repiquetear constante por todos los medios difusivos del país las gratuidades del Estado cubano en todas sus vertientes, sobre todo en educación y salud? Cuando entramos a un local hospitalario lo primero que aparece ante nuestros ojos es el afiche arto conocido de que "La Salud es gratuita, pero cuesta".

Soy de la opinión de que, si los alimentos que regala la iglesia de Yiorvis no traen venenos ni virus infecciosos, poco debe importar de dónde vengan ni si es pastor o laico quien los ofrece pues, hasta donde yo conozco, ni Cristo ni Juan el Bautista contaban con certificaciones de santos. En vez de calificarlos como malos malos, debería estimularse a que otros se sumen, y pedirles más, mostrándolos como ejemplo a seguir.

 

Pedro Armando Junco.  

 

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