Tomado del sitio "Cubanos por el mundo"
Quizás parezca anacrónico el análisis que pretendo hacer. Pero luego de la visita de Barack Obama a Cuba, el presidente norteño visitó otros países del hemisferio y de Europa. En particular, llamaron mucho la atención sus recibimientos en Argentina y España que, según la prensa nacional de nuestro país, matizaron ambos aterrizajes oleadas de protestas ciudadanas contra el representante de la Casa Blanca. Se vio en el noticiero estelar de televisión, tanto a españoles como argentinos, enarbolar pancartas de repudio hacia un hombre demócrata, pacifista y conciliador por solo representar al gobierno y al pueblo norteamericano. Claro que en estos dos países aludidos reina la democracia y el derecho a disentir abiertamente, aún cuando solo elementos extremistas se propongan hacerlo.
Sin embargo, se pasó por alto que en Cuba, a la llegada del presidente Obama, del pueblo "más antimperialista del continente" no apareciera uno solo de sus habitantes a gritar improperios o mostrar un letrerito siquiera en el que se pusiera de relieve la desavenencia por el líder negro del "Norte revuelto y brutal". ¡Ni un ciudadano repudió la llegada! Y los que intentaron festejarla, según videos que ruedan clandestinos entre la población, fueron reprimidos brutalmente.
Fue una visita sui géneris. Significativamente contrario a lo tradicional, el presidente del país anfitrión no asistió a saludarlo; tampoco se mostraron imágenes del recorrido por más de veinte kilómetros que separa al aeropuerto José Martí del centro de La Habana.
En las jornadas posteriores el mundo pudo palpar en el rostro del General Presidente la alegría de la paz. Había llegado el momento del fraterno abrazo de dos hermanos que se distanciaron alguna vez y ahora se reconciliaban. Hay, además, una realidad tangible en todo esto que no ha salido por la prensa y se ha pasado por alto: el pueblo de Cuba se mostró obamista. Se volvió a hablar del empoderamiento de los cubanos y su derecho a escoger libremente su destino. En la calle, en los centros laborales, en cualquier sitio, la gente hablaba con entusiasmo y aplaudía el discurso "Cultivo una rosa blanca" que el visitante dirigió al Gobierno y al pueblo en el insigne teatro habanero. Desde el balcón se pudo ver la grata complacencia en el rostro del General Presidente. Porque hay una poderosa virtud en Raúl Castro: no sabe ser hipócrita.
Unos días después, en el Congreso del Partido apareció la rancia idea de medio siglo atrás y se desplomó el castillo de naipes. Vuelta otra vez a lo mismo y retóricas van y retóricas vienen, y a continuación el clímax de la crisis venezolana que es lo mismo que la crisis en Cuba y
un nuevo Periodo Especial a las puertas del pueblo cubano.
Las conversaciones continúan estancadas. Se reclama por el lado de acá la suspensión del bloqueo, desactivación de la Ley de Ajuste y que se devuelva la Base Naval de Guantánamo. Pero no se menciona que por el lado de allá se exige el respeto y reconocimiento de la disidencia y la oposición y ¡vuelta con la palabrita que tanto molesta! el empoderamiento real y objetivo del pueblo de Cuba con su derecho adjunto a recibir los frutos reales de su trabajo sin intermediario estatal.
Hay quienes opinan que la alta dirigencia de Cuba está dividida y habrá que esperar unos "añitos" más para que los cambios fundamentales en el sistema echen a andar los potenciales económicos que yacen dormidos en la nación cubana. A fin de cuentas, si existe esta división, ¡pobres los girondinos!
La orden del día en los politólogos cubanos no es el futuro de Cuba, sino las elecciones en los Estados Unidos. Que si la demócrata o el republicano. Se especula sobre lo ajeno y se margina lo propio. ¿Por qué no se habla en la Mesa Redonda de las elecciones en Cuba para el 2018 cuando ya el General Presidente se retire? ¿Será un factor determinante la población cubana a la hora de escoger un nuevo presidente? ¿Podrá el pueblo, mediante voto directo y secreto seleccionar al hombre o la mujer que deba dirigir esta nación cansada de tanta miseria?
Por lo pronto, la incertidumbre radica en que, tanto la Clinton como el Trump, en vez de mirar con misericordia a los cubanos de a pie como lo ha hecho Obama, entre en arreglo con la oligarquía en el poder, suspendan el bloqueo, devuelvan la Base, anulen la Ley de Ajuste y permitan a los grandes consorcios de su país invertir en Cuba tomando como obreros a los millones de proletarios nacionales que andan en bicicleta o a pie, que se alimentan de pésimos engrudos, y les importe un bledo que quienes gobiernen el futuro de Cuba continúen pagando con monedas engañosas, les impidan ventilar sus inconformidades por los medios, manifestar en público sus deseos y aspirar a manejar negocios propios sin limitaciones económicas.
Pedro Armando Junco
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