lunes, 16 de marzo de 2020

Vigésimo novena Feria del Libro en Camagüey

El 8 de marzo cerró sus puertas la vigésimo novena Feria del libro en
nuestra provincia. Cinco días de intensiva actividad literaria en la
que todos los artistas de las letras nos vimos involucrados.
Ante todo debo resaltar que, a pesar de las innumerables limitaciones
en libros a ofertar, se cumplió al 70 por ciento la venta propuesta, y
se alcanzó la cifra de 363,440 pesos recaudados siendo vendidos 27,
454 ejemplares. Soy de la opinión –y siempre lo he sido– que uno de
los mayores lastres a la venta de libros, es comercializar textos
demasiado proclives a cuestiones que a nadie interesan.
El perfecto acoplamiento de todo el personal del Instituto fue
definitorio. Hasta La Habana viajaron por más de una vez los muchachos
del frente comercial con Osmani Brito a la cabeza y trajeron
ejemplares rastreados en los remanentes de la Feria Internacional. Vi
con alegría libros de Leonardo Padura, clásicos como Maria Antonieta
de Stefan Zweig, El Rojo y el Negro de Stendhal y El asno de Oro de
Apuleyo, entre muchos otros de incalculable valor.
El apoyo logístico no se quedó atrás ni siquiera en el transporte, a
pesar de las grandes limitaciones de combustible. Las cajitas con
merienda, las botellas de agua selladas y un restaurante en la SEPMI
que brindaba almuerzo a los escritores y personal de apoyo nos
hicieron sentir acomodados.
Pudo haber sido esta, si no la mejor de todas las anteriores, la más
colmada en iniciativas novedosas, gracias al interés y la entrega de
Yunielkis Naranjo Guerra, joven director del Instituto del Libro en la
provincia, cuyas inventivas sorprendieron a quienes hemos participado
en las tantas anteriores. Afiches y calcomanías con el símbolo ferial
de este año, pulóveres distintivos obsequiados a cada trabajador sin
tomar en cuenta fueran libreros, funcionarios o simple personal de
apoyo, son solo algunas de las novedosas estimulaciones que
distinguieron estos cinco días de incesante labor.
Pero la que más aplaudo de estas aptitudes de la dirección del
Instituto y de la Dirección Provincial de Cultura, es haber alojado a
escritores de los municipios en hoteles con categoría, otorgando así
el valor que merece cada uno de estos intelectuales, pues radicar
fuera de la ciudad, para nada demerita el talento y la entrega a
nuestra cultura.
Las Ferias en nuestra provincia –imagino que en las demás también–
significan algo así como una "zafra" económica eventual, ya que
nuestra condición de escritores nos saca por completo de las
posibilidades mercantiles que gozan los pintores y los músicos. Ser
escritor de provincia trae aparejada la "lucha" diaria por buscar el
sustento familiar y nos obliga a otras tareas que muchas veces poco
tienen que ver con el ámbito cultural que se nos desborda, pues llevar
a la publicidad un libro es casi un milagro que aparece una vez cada
cierta cantidad de años. Asistir a la Feria y tener determinadas
programaciones es uno de los grandes objetivos de quienes escribimos.
Por ventura, en esta Festividad las actividades estuvieron más
equilibradas que en otras anteriores.
Pero no quiero pasar por alto que, a pesar de haber tenido asignadas
varias lecturas y conversatorios en esos días, los que distribuyeron
los sitios de proyección, se olvidaron de otorgarme al menos una
actividad en el corazón del evento: El Casino Campestre y el Café La
Comarca. Quizás haya sido un lapso mental de los distribuidores y
hasta me alegra haber participado frente a los disciplinados alumnos
de la Escuela Pedagógica o el gremio culto y amable de COPEXTEL. Si
por el contrario, la intención fue opacarme, debo responder sin
ninguna modestia que ya a estas alturas apartar mi nombre de la élite
narrativa contemporánea de Camagüey, es como tirarle piedras a la
luna.
Tampoco he de pasar por alto las actividades que la UNEAC desarrolló
en su sede. Allí compartí espacio con otros compañeros miembros de la
Organización y dimos apoyo al proyecto de Ramiro Guerra Medica en su
búsqueda de que Camagüey sea declarada CUNA DE LA CULTURA NACIONAL.
En fin, no quiero despedirme de quienes me siguen en el Blog o en
Facebook, sin pedirles encarecidamente compartan este artículo, para
que todos sepan que el futuro cultural de Camagüey está en buenas
manos.

Pedro Armando Junco

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