sábado, 4 de septiembre de 2021

DE CÓMO ATRAER A UN FUMADOR POR SEÑALES DE HUMO

Esta mañana, cuando salí en la moto hacia el mercado El Hueco, en mi querido Camagüey, al cruzar frente a diferentes bodegas me llamaron la atención unas colas enormes de personas desesperadas por adquirir lo que se estaba distribuyendo. Se aglomeraban sin tomar en cuenta el peligro inminente de la covid-19.

Al tercer gentío que vi, me picó ese bichito que todo cubano lleva dentro, y me detuve. Me acerqué a un señor añoso para informarme y le pregunté:

–¿Qué mercancía tan importante trajeron a las bodegas hoy, que la gente se discute el turno para comprar?

Echó una mirada sonriente por sobre el nasobuco y casi grita:

–¡Cigarros! Ahora los cigarros vuelven a venderse por la cuota. Dos cajetillas, a diez pesos cada una, por núcleo familiar, una vez al mes.

Sin haber podido salir del asombro y la especulación de cuánto pueden alcanzar dos cajetillas de cigarrillos para toda una familia durante un mes, y de que el cubano de a pie se arriesgue a la infección del coronavirus, ya no solo por buscar alimentos, sino también por satisfacer un vicio dañino como es el tabaquismo, me sentí degradado emocional y moralmente.

Me invadió una transformación diabólica en el espíritu y regresé a la casa convertido en otro depredador más de esos infelices corderos víctimas de la manipulación y el chantaje y, aunque mañana ha de dolerme, puse en práctica esa idea satánica a las que estamos acostumbrados en Cuba.

Con el diablo en el cuerpo, recordé que el mecánico de mi motocicleta es un fumador empedernido. Desde semanas atrás lo estoy llamando por teléfono para que venga y le haga mantenimiento al equipo; pero no lo hace, siempre bajo una disculpa aleatoria ya que, en realidad, no le urge el dinero.

Ahora le avisé que tenía dos cajetillas de cigarrillos de mi cuota para él, porque yo no fumo…

Acaba de llegar.

 

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