martes, 19 de octubre de 2021

El día de la caldosa


Durante décadas en Cuba, un día como hoy representaba una fiesta nacional; no tanto por la inyección propagandística, desde luego, sino por aquella famosísima caldosa.

El presidente de la cuadra –quiero decir, del Comité de Defensa de la Revolución (CDR)–, luego de una miserable recolección de dinero entre los vecinos, aparecía con una calabaza, una mano de plátanos burros, algunas mazorcas de maíz, yucas, más unos huesos trasquilados; le pedía el caldero mayor al vecino que lo poseía –no olvidemos que el presidente del CDR conoce hasta dónde el jején puso el huevo en su cuadra– y armaba una fogata con leña allí mismo en la calle.

Resulta hasta graciosa la paradoja, al recordar el gentío reunido con algunas balas de cervezas de termo celebrando un aniversario más de una organización fabricada para vigilarlo; y más aún la euforia de los revolucionarios ignorantes, en su afán de ayudar a destruir el asfalto de su calle, puesto que hasta los niños conocen que el asfalto es petróleo, que el petróleo arde y que, hasta hoy, en cada sitio donde se armó una fogata cederista, quedan como lunares indelebles esos huecos bachosos en el rostro de una ciudad que alguna vez sufrió varicela. Claro, hablo de la parte de la urbe que goza del privilegio del asfalto, aunque sea de maquillaje.

Sin embargo, y a pesar de que todavía existe esta lamentable organización creada para, al decir del dictador, informar sobre lo que el vecino hace, la caldosa del CDR falta hoy en las cuadras sin que sea sorpresa para nadie.

No la hay porque una mazorca de maíz, cuatro yucas, una calabaza, una mano de "burros" y una bala de cerveza de termo, es un sueño para los cubanos en la actualidad. Pero no es solo eso, no hay caldosa –y quizás muchos jóvenes no la han visto nunca en una celebración cederista– porque no hay fiesta nacional, porque la inyección propagandística es imposible de creer y porque el deseo de vigilar, como dice la canción más reproducida en Cuba, "se acabó".

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