Todavía no he podido descubrir el misterio: ¿es una orden administrativa del régimen para obligar a la población necesitada a gastar 75 pesos en una pequeña flauta de pan? ¿un contubernio entre los panaderos?
En cualquiera de las dos variables hay alevosía consumada con alto grado de impiedad. Tanto los dirigentes que puedan haber dado esta orden, como los panaderos que sudan sus espaldas en la confección del vital alimento, son cubanos con familias a su cargo.
Tampoco la leche de dieta, cuando viene, llega a su hora. En los días correspondientes estamos obligados a la expectativa, pues la dispensadora carece de toda información para brindar. Precisamente hoy no había llegado y pregunté a esa "compañera" con qué espacio de tiempo u horario podíamos contar para adquirirla. "Tres horas, porque yo también tengo otras cosas que hacer", me respondió.
Ni un minuto más podemos demorar en correr a buscarla. Y el que no haya sido avisado a tiempo, la pierde.
Sería muy bueno saber qué destino toma toda aquella leche que no vinieron a buscar, porque una vecina de esa cuadra que no tiene cuota, me dijo que ella espera las tres horas hasta el cierre del despacho y consigue el litro a cincuenta pesos.
Así es la supervivencia nuestra de cada día, en este pueblo en el que nos devoramos los unos a los otros.
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