jueves, 8 de septiembre de 2011

Daegu 2011

Hace solo unos días terminó el Campeonato Mundial de Atletismo en Daegu, Corea del Sur. Esta ciudad, bañada por un afluente del Naktong, con alrededor de 3 millones de habitantes, es una de las más importantes urbes de ese país; ostenta varias universidades y se beneficia con una amplia red de carreteras y ferrocarriles; también es productora de disímiles cultivos y rica ganadería. Está situada en una planicie extensa y quizás por eso fue el lugar escogido por a IAAF para celebrar este importante evento. Los atletas surcoreanos participaron en muchos de los programas desarrollados, gracias a su calidad de sede del campeonato.
El deporte es una de las principales superestructuras que desarrolla un estado para darse a conocer ante el mundo. El deporte es símbolo de paz, de confraternidad, de unión entre los pueblos. Es también exposición de las características propias e individuales de cada nación más allá de las razas. Y no deja de ser el cartel político que, desdichadamente, muchos gobiernos enarbolan como bandera de sus éxitos. El deporte es todo eso y más, porque –gracias a la televisión –su fiesta competitiva infunde emoción hasta en el más remoto ciudadano del orbe.
Cuba esta vez no alcanzó medallas de oro. El manazo de Dayron Robles al atleta chino en los 110 metros con vallas quitó a Cuba la única posibilidad real de obtenerla, porque esta vez la competencia se desarrolló muy fuerte en la jabalina, el martillo y el triple salto, categorías que reservaban algunas esperanzas. El desagradable hecho de la descalificación se ha discutido mucho. Dayron es el atleta insignia de la delegación cubana, y no cabe pensar que haya sido intencional su obstaculización en la carrera. Además, todos conocemos que Dayron es un joven educado y sencillo, con alta capacidad, tanto intelectual como atlética, que lo convierten en un deportista ejemplar en cualquier competencia. Pero lo dicho no desmiente su descalificación, como tampoco puede censurarse la inhabilitación sufrida por Usain Bold en las eliminatorias de los 100 metros por salir adelantado. No obstante, para mí en lo particular, lo más lamentable de todo esto fue el chasco sufrido por el comentarista de la televisión nacional Rodolfo García, que casi siempre se desborda y se deja llevar por la emoción patriótica, hasta caer en la parcialización absoluta. Para evitar estos patinazos frente a cámaras y micrófonos, la primera cuestión a tener en cuenta por un comentarista profesional es ser ecuánime y neutral –más neutral que ecuánime –como seguramente debió haber aprendido Rodolfo del mejor de todos: el siempre bien recordado Eddy Martin.
Amigos y familiares seguíamos de cerca el desarrollo de las competencias, porque nada hay como estar en compañía para compartir opiniones y hasta disfrutar acaloradas discusiones –sin llegar a los puños, por supuesto –. En el grupo nuestro estaba un amigo sordomudo que dio un salto en la sala cuando el jabalinista cubano, luego de un buen tiro, emocionado como Rodolfo, pronunció una palabra frente a la cámara, que él solo –seguramente pensaría –podía entender, pues la televisión cubana baja el audio in situ para dar cobertura solamente a los narradores nacionales. Muy conocido es que los sordomudos leen los labios de las personas con mayor facilidad que quienes oyen, así que, cuando el atleta pronunció aquella palabra que no escuchamos, el sordomudo se la llevó en claro y nos explicó luego que había sido una palabra muy obscena, fuera de lugar en un grupo de lanzadores de alto rendimiento profesional y –se supone –altamente cultos.
¿A dónde quiero llegar? Pues a criticar los errores y las cosas mal hechas. Si la misión de un deportista es conquistar el triunfo, manteniendo siempre con ética un educado comportamiento, si la misión de un comentarista es narrar con imparcialidad dejando las emociones para su casa, la misión del que escribe, más que encomiar lo bueno, es criticar lo mal hecho. Y eso intento.
El triunfo de la joven y bella australiana en los 100 m con vallas, el oro del norteamericano Christian Taylor en el triple salto, las carismáticas apariciones de Usain Bold en el terreno, fueron momentos para archivar en la memoria y serán siempre motivos de elogio. Aplaudir esos atletas sin tener en cuenta el país que los patrocina es lo correcto, porque a fin de cuentas todos somos ciudadanos de un mundo que cada día se estrecha más y precisa que nos amemos los unos a los otros. Las rivalidades deportivas deben quedar en el terreno, porque el mundo es nuestra patria gigante.
Si no es posible hoy dedicar realces a ningún atleta cubano de manera individual, no quiere esto decir que no haya méritos. Méritos los hay, más que suficientes, si tenemos en cuenta que Cuba es una empobrecida isla del Caribe que ha quedado por encima de casi todas las demás –menos de Jamaica –, así como de muchos otros países, incluyendo los latinoamericanos y distintas naciones mayormente desarrolladas.
No quiero terminar esta crítica sin detenerme un momento en la Maratón que ganó Kenya, país del este de África. Gran mérito de resistencia física tiene el pueblo masai. Kenya alcanzó la victoria en gran cantidad de las carreras de resistencia. Los kenyanos, igual que los etíopes, a pesar de ser golpeados por la sequía y la pobreza, poseen los más diestros corredores de fondo del mundo. Mérito para ellos.
Pero la Maratón nos ofreció algo mejor aún que la competencia: nos regaló la vista panorámica de Daegu con sus hermosas avenidas y sus maravillosas edificaciones. Pudimos ver su público educado y festivo. Pudimos apreciar la limpieza de sus calles y su gente, los anuncios lumínicos por doquier, sus policías disciplinados y elegantemente vestidos. Esa oportunidad de pasear virtualmente por un país lejano a diez u once horas de diferencia que, casi antípoda nuestro –porque cuando allá se acerca el medio día de mañana, acá no hemos arribado a la media noche de hoy –, es algo sorprendente. Es una oportunidad privilegiada constatar la diferencia en el desarrollo sureño de una país dividido por el paralelo 38, cuya otra mitad, al norte, no pudo asistir con atletas al evento por carecer de ellos o quizás por el temor de su gobernante a que se refugiaran al otro lado de la frontera que desgraciadamente los separa. Esa otra mitad del laborioso pueblo coreano, carente de todo tipo de libertad individual, muere de miseria por mantener una de las últimas dinastías que milagrosamente han arribado al siglo XXI. Si sus habitantes pudieron advertir en sus televisores, durante la maratón del último día de competencias, el progreso con que cuentan sus hermanos del sur, seguramente les habrá dado por pensar, que sí, que ¡un mundo mejor es posible!

Pedro Armando Junco

1 comentario:

  1. Tú artículo sobre el mundial de atletismo es excelente, un análisis muy agudo de lo parcial de la critica deportiva y lo mas importante sobre la política en el deporte, cuestión que no tiene solución allí. Ahora bien, entre nosotros, el negro le metió duro al chino...Aquí vimos muchas veces el vídeo en cámara lenta, no hay dudas, tampoco creo en la buena fe de él...Se ve claramente como trataba de impedir que lo adelantara como fuera, bueno, se deja a criterio de cada cual.
    Luis C.

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