miércoles, 26 de octubre de 2011

Comentario enviado desde España sobre Eliécer Ávila

El estudiante de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) que interpeló a
Ricardo Alarcón en 2008 es hoy un desempleado.
"La frustración es muy mala, pero mucho peor es perseverar en un proyecto
condenado al fracaso", dice Eliécer Ávila, el estudiante de Ciencias
Informáticas que en 2008 se convirtió en noticia internacional al interpelar
y dejar muy mal parado, por sus respuestas, al presidente del Parlamento cubano,
Ricardo Alarcón.
Es lunes 10 de octubre y ya va a caer la noche en Puerto Padre. Por esas
paradojas del destino, la calle donde Eliécer Ávila está tratando de ganarse
la vida se llama Carlos Manuel de Céspedes. Se cumplen 143 de que el Padre de
la Patria diera la libertad a sus esclavos.
Hoy Eliécer, de 25 años, es un ingeniero informático desempleado. Luego de
cumplir su servicio social en un club de computación y electrónica, quedó en
la calle. En Las Tunas no hay empleo ni para él ni para sus compañeros de
carrera. Esta es tierra dejada de la mano de Dios.
"Dile a Eliécer que ande al hilo, que lo estamos observando", dice Magali, su
tía, que le advirtió el mayor Rogelio, segundo jefe de la policía política
en Las Tunas.
Y Eliécer va al hilo, ganándose la vida con lo que aparece. Su esposa
—ahora su ex— adquirió una heladera de las llamadas acá "coppelitas" para
trabajar por cuenta propia. Con tal de que la máquina no pare, el joven hace
todo lo que puede, pero no es mucho. El domingo por la noche los ladrones se
llevaron una de las correas de transmisión del motocompresor y no hay forma de
reponerla.
"No basta con reponer la correa del motocompresor cuando aparezca. Antes es
preciso protegerla de los ladrones", dice.
Cuando el entonces estudiante de cuarto año de Ingeniería Informática
interpeló al presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el
funcionario confesó ser un perfecto ignorante en temas económicos. No mentía.
Solo así puede explicarse que un Gobierno emplee los recursos de la nación en
formar profesionales a los que luego echará a la calle para producir
absolutamente nada.
Mantener a los cubanos simulando que estudian y trabajan, que aman y defienden
a su país cuando en realidad no hacen ni lo uno ni lo otro, ¿es el resultado
de la ignorancia? ¿Acaso será un bien ajustado mecanismo de relojería
destinado a otros propósitos?
Según el historiador Manuel Moreno Fraginals, empleándolos en labores
productivas todo el tiempo biológicamente posible, a los esclavos se les
suprimió la vida de relaciones, dejándoles sin tiempo para otras funciones que
no fueran las imprescindibles para la supervivencia. Esto, con independencia de
las exigencias productivas, obedecía a razones de seguridad, buscaba evitar
rebeliones.
Pero a los esclavos no solo se les suprimió el tiempo libre, sino que también
se les prohibió pensar; de ahí las ordenanzas para que los mayorales los
hicieran trabajar cantando todo el tiempo.
Por si fuera poco, concluida la cosecha azucarera, cuando los esclavos no
tenían trabajos útiles que realizar, se les obligaba a llevar objetos de un
lugar a otro como eficaz método de conjurar rebeldía.
Cabe preguntarse si se estarán empleando métodos esclavistas en Cuba en pleno
siglo XXI.
Cuando, al finalizar la tarde de este 143 aniversario de la gesta emancipadora
llevada a cabo por Carlos Manuel de Céspedes, el ingeniero Eliécer Ávila hizo
balance de las cuentas de su exesposa —valga decir, de sus propias cuentas—
había trabajado como aquellos africanos, llevando cosas de un lugar de otro. A
saber: 95 pesos de ingresos y más de 300 pesos de gastos. 150 pesos en hojalata
para proteger de los ladrones la correa de la heladera; 24 pesos en tornillos
para asegurar la hojalata; 100 pesos en pago de mano de obra al instalador.
Esto, sin contar el salario del operario, los gastos de materia prima, la
amortización de la heladera y los tributos fiscales.
Así van las cosas en Cuba, de un lugar a otro para llegar a ninguna parte.
Aunque sí, siempre hay un lugar que nos está esperando a los cubanos, la
cárcel. Para ella no sobran ingenieros en este país.

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