martes, 23 de octubre de 2012

Nuevas aperturas migratorias

 
“El diablo son las casualidades” decía con frecuencia mi madre. Recuerdo aquella crónica del mes de agosto del año pasado que intitulé Preguntas infantiles.
Pues la casualidad me hizo tropezar hace solo unos días, en plena calle, con los dos amigos antagónicos que tuvieron a punto de entrarse a puñetazos por diferencia de criterios políticos. Mi niña no estuvo presente en esta ocasión.
–Ahora, con la eliminación de las restricciones migratorias, puedes marcharte de Cuba cuando te venga en ganas –me atacó el ultra-conservador revolucionario.
–Yo no me voy de Cuba hasta que no arreglemos esto… –le respondí.
–Entonces no te irás nunca –terció el otro –, porque a “esto” no lo arregla nadie.
Todo parecía ir en el mismo camino de aquella vez, cuando mi amigo opositor le había soltado al otro “que los niños de este país están prisioneros en una cárcel muy grande que se llama Cuba. Y cuando un padre o una madre salen del país de paseo o a cumplir una misión del Gobierno, no pueden llevar a sus hijos, que permanecen como rehenes en la patria”.
Pero, como no había argumentos esta vez para esa idea, el amigo revolucionario arremetió acalorado:
–¡Esta reforma a la ley migratoria está muy, pero que muy, muy buena!
Y entonces no pude más que acudir a la dialéctica socrática:
–Si como tú dices: “esta reforma a la ley migratoria está muy, pero que muy, muy buena”; antes de la reforma esta ley estaba muy, pero que muy, muy mala, ¿no es cierto?
El amigo desafecto se echó a reír a carcajadas y el revolucionario nos dio la espalda y siguió su camino rumbo a una reunión preparatoria para las “elecciones” del domingo.
Este tema sobre el que acabo de contar, es la comidilla del pueblo cubano dentro y fuera de la Isla en estos momentos. Muy pocas personas esperaban algo así, aunque me enorgullece pertenecer al grupo de los que esperábamos cambios como este y aguardamos aún por otros que vendrán más adelante a medida que el país vaya asimilándolos paulatinamente. Todos hoy se quedan boquiabiertos con la noticia: ¿Es posible salir de Cuba sin permiso y llevar los niños, para regresar, si es que deseamos regresar, cuando nos dé la gana sin perder el derecho a nuestras propiedades? Alguien me comentó, muy seriamente, que es una ironía del destino.
Estas restricciones, hoy derogadas, fueron puestas en vigor desde 1961, hace más de cincuenta años; por eso nos sorprende su abolición tanto como debió sorprender a los negros esclavos de La Demajagua la sorpresiva libertad el 10 de octubre de 1868. Por ello, ciertamente, algunos pueden pensar que es “una ironía del destino”.
No obstante, queda cierto escepticismo en la población: Hay quienes aguardan una mueca postrera que revierta el optimismo generalizado y limite las representaciones que cada cual ha originado en sus cabezas. De hecho, el inciso D del artículo 23 plantea que los ciudadanos cubanos residentes en el territorio nacional no pueden obtener pasaporte corriente cuando razones de Defensa y Seguridad Nacional así lo aconsejen. Este pequeño detalle, suelto al descuido dentro del decreto liberador, escamotea el sentido general de la intención ya que, gracias a dicho acápite, se le puede impedir a un ciudadano cualquiera la expedición de su pasaporte basándose en una acusación subjetiva. 
Tampoco los profesionales pueden abandonar el país con entera libertad. Y aunque en eso la razón pertenece al Estado, puesto que en Cuba los estudios son gratuitos hasta en las Universidades, no es gracia para nadie que luego de formar un médico, un abogado, un arquitecto, etc., emigre a servir en otro país donde esa carrera alcanza un costo de miles de dólares.
Pero mirémoslo con optimismo, por el lado bonito, como habría dicho mi madre. Porque es también el mejor tapaboca a los detractores de los cambios. Es el cese de la violación al inciso 2 del artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es el fin del por qué nuestros hermanos se ahogaban en el Estrecho de la Florida. Es la mejor manera de hacer ver a aquellos que pretenden encontrar en otros suelos la felicidad que aquí no perciben, que no hay mejor lugar en el planeta que este pedacito de terreno donde los lugareños se solidarizan con premura y conviven en un ámbito excepcional que todos llaman cubaneo, al margen de las limitaciones y la miseria. Para aquellos que van a viajar ahora, no solo queda el reto a encontrar otro país que los reciba, sino la batalla espiritual que sienten los emigrados del mundo, “el gorrión” de la nostalgia, el de menos que se echa hasta por la piedra mal colocada en el camino con la que tropezábamos a diario.
El Gobierno cubano ha puesto en jaque, en la legislación estadounidense, a La ley de Ajuste Cubano. Ahora, seguramente, inventarán desde allá, esos legisladores pequeños, como hicieron con la inhumana reforma de “pies secos y pies mojados”, una nueva estrategia para detener el éxodo. El Gobierno de Cuba ha lanzado el guante de la paz al Gobierno de los Estados Unidos, ha ofrecido la señal que el actual Presidente norteamericano estaba pidiendo. Sin embargo, el presidente Obama tiene que actuar con cautela al pronunciarse sobre este hecho bajo la presión de las cercanas elecciones, porque la Florida es un Estado clave a la hora de alcanzar un segundo mandato. Si Obama gana su reelección, vislumbro un futuro de paz promisorio para nuestra Patria; si las pierde, volveremos a la perenne rivalidad que siempre viene a dar la estocada en lo más sagrado de los seres humanos: la familia.
Dicho todo lo anterior, continúo pensando que la solución está en todo lo contrario al ofrecimiento de la nueva apertura: la solución radica en que no se marche nadie. El éxito se halla en que ningún cubano renuncie a la Patria cuando nada le impida abandonarla.
El procedimiento que deben seguir los inconformes es prodigar un poco de altruismo: olvidar rencores y revanchas, empañar el borrón y: ¡cuenta nueva!; incorporarse en cuerpo y alma a la reconstrucción del País. Para los que gobiernan en tener más en cuenta al individuo, que en su conjunto es el verdadero “pueblo” al que tanto se le ensalza: mayor libertad económica y menor restricción alimentaria. Erradicación definitiva de la doble moneda y eliminación de tantos elementos parásitos que nada producen.
–Si nos sobran inspectores, dirigentes y policías, tierras quedan todavía, perdidas en marabú, que hay que poner a producir. –me dijo hace poco un campesino viejo.
¡Claro que falta mucho camino por recorrer! Quedan muchos otros pasos concretos por dar. Cuando se convoque a elecciones presidenciales por voto directo y secreto y haya al menos, un candidato de oposición con plataforma propia y libre retando al oficialista, ya nadie podrá decir que en Cuba rige un Gobierno totalitario y habremos alcanzado, pacíficamente, la soñada meta.
Y, entonces, le terminaré la frase a mi amigo:
–Yo no me voy de Cuba hasta que no arreglemos esto…¡y después, menos todavía!
Pedro Armando Junco

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