lunes, 11 de marzo de 2013

Conversaciones con Pombo

     Esta semana, desde el miércoles 6 hasta el domingo 10 de marzo, se está celebrando en nuestra ciudad la Feria Internacional del Libro Cuba 2013.
Por motivo de estas actividades no pude escribir la crónica semanal de costumbre. También la muchachita que atiende la sala de Internet está de viaje y no hay posibilidad de entrar al ciberespacio. Debido a todo esto, en su lugar colocaré hoy las palabras que dispuse para la presentación del libro que me asignó la dirección de la Feria. Dicho sea de paso, no fui yo quien escogió el título a presentar, pues me habría gustado, dado mi carácter pacifista, exponer algo menos bélico.
Aprovecho también para comentar brevemente que la Feria este año regresó a su sede habitual de otros años: El Casino Campestre, lugar insignia de nuestra hermosa ciudad. Se ofrecieron a la venta títulos de interés, aunque alguno de los mejores no estuvieron debidamente promocionados. Tras hurgar en muchos estantes que encontré por esos días, di con Carne de perro de Pedro Juan Gutiérrez en un lugar poco visitado. De Leonardo Padura no encontré alguno y, aunque ya se habla un poco de Reinaldo Arenas y Cabrera Infante, todavía sus obras escritas no aparecen en nuestras ferias nacionales.
Pero vamos en camino de poder alcanzar en próximas ediciones de Ferias de libros cualquier volumen antes prohibido o censurado. Hasta quizás no me denieguen más los trabajos que ya estoy cansado de presentar en las editoriales cubanas, sobre todo en Ácana, la editorial “nuestra”, la de mi provincia, por la que tanto luchamos hasta verla creada.
Como la presentación del libro Conversaciones con Pombo era un reto a mi conciencia pacifista,  quede aquí expuesta para la consideración de ustedes:

Presentación del libro
Conversaciones con Pombo

María del Carmen Garcés es una ecuatoriana que estudió en Argentina la carrera de Letras y ha sido una ferviente admiradora de la trayectoria revolucionaria de Ernesto Guevara.
Es por ello que ha dedicado muchos años de su vida y trabajo intelectual a la investigación de las peripecias del Che a lo largo de su carrera, sumando este libro a la continuación de sus pesquisas pormenorizadas. A falta de los testimonios del Guerrillero, María del Carmen acude a las memorias de Pombo y Urbano, sobrevivientes de la guerrilla que lo acompañaron en sus episodios por África y luego por Bolivia, sitio definitorio y concluyente de su labor guerrillera. Este libro es una recopilación periodística de entrevistas –devenidas en testimonios –a esos dos sobrevivientes de aquella gesta guevariana que pretendía llevar el comunismo al resto del tercer mundo por medio de las armas.
Aunque todavía estaba ardiente la llama fosforescente de una revolución cubana que había sido capaz de llegar al poder bélicamente para luego enfrentar al gobierno norteamericano y su “neocolonialismo”, el interés guerrillero ya iba mermando paulatinamente, sobre todo en la política internacional de la gran potencia soviética, promotora principal del internacionalismo, para dar paso a medios políticos pacíficos y así ganar tiempo en una mayor recuperación y estructuración como gran potencia del sistema marxista-leninista soviético. 
Es quizás por eso que ya en esos años no encontró la guerrilla boliviana el respaldo suficiente en las altas esferas del gobierno de la Unión Soviética que, dicho sea de paso, mantenía unidos a sí, umbilicalmente, a los partidos comunistas de otros muchos países, incluyendo el boliviano, y que –quizás –sería una de las principales causas de su fracaso.
Durante mucho tiempo se ha culpado a Monje de no haber brindado el apoyo necesario a los guerrilleros; se le ha inculpado por su alta responsabilidad partidista. Quizás por eso, al traerlo a cuento en este libro, la escritora pregunta a Pombo:

¿Monje no es más bien un ejemplo del grado de dependencia de los partidos comunistas de Latinoamérica respecto del Partido Comunista de la Unión Soviética, dependencia de sus postulados teórico-prácticos, de la política exterior que llevaba el PCUS en aquellos momentos, de coexistencia pacífica con el enemigo?  

A lo cual Pombo responde:

Ellos estaban por la línea de la coexistencia pacífica y nosotros estábamos por la línea de buscar la liberación de los pueblos de nuestro continente por medio de la lucha armada. Eso se materializa con la ayuda a los venezolanos, con la ayuda a los colombianos, con la ayuda a los bolivianos, con la ayuda a todo un conjunto de movimientos guerrilleros que habían surgido en el área, que habían surgido al influjo de la Revolución Cubana. Y puede ser que esta actitud de Monje y su vacilación estuviera influida por toda esa incertidumbre de cuál debía ser la posición más correcta por adoptar.
Y un poco más adelante concluye:

Dice Monje que cuando salió de La Habana, después de entrevistarse con Fidel y que Fidel le dijo que se iba a entrevistar con el Che en un país latinoamericano, él fue para Moscú y que en Moscú planteó este problema de la guerrilla, de la lucha armada y que le dijeron que era una gran aventura.
Si a esto se une la preocupación norteamericana por este fenómeno que amenazaba el buen funcionamiento de sus transnacionales y acomete la creación de los boinas verdes de la CIA que brindaban apoyo táctico y logístico a cualquier gobierno que lo solicitase, es fácil descubrir que la tarea de Che Guevara era harto difícil.

Este libro, a mi entender, no es más que una reproducción de historias muy conocidas por todo el mundo, sobre todo en Cuba, pero no por eso deja de tener gran importancia ya que los testimonios de las entrevistas que contiene son de viva voz de aquellos que ejecutaron los hechos, y eso tiene un valor extraordinario ya que, dentro de algunos años se entrevistarán a quienes solo escucharon lo que dijeron aquellos que ya no pertenecen al mundo de los vivos.
Conozco por experiencia que la historia es según nos la cuentan, pero podemos tener mayor confianza en ella cuando viene de labios propios, “de primera mano”, como sucede en estas páginas. Desdichadamente, aquí no aparecen citas y declaraciones de Benigno –el otro de los tres cubanos sobrevivientes de la guerrilla –, quizás por el hecho de haber desertado de la ideología que lo llevó durante casi toda su vida a entregarse de cuerpo y alma a la obra guevariana. Y ese es, pienso yo, el gran vacío que ahuecan estas páginas, porque cuando escribimos para dejar esclarecidos minuciosos detalles de una historia, no podemos obviar ni a tirios ni a troyanos. La mayor ética de un escritor testimonial o periodista, no está solo en exponer criterios suyos, sino en facilitar al lector todo ese abanico de contradicciones que siempre están presentes en un hecho cuando lo detallan más de una persona, para que el lector –como muy bien dice Taladrid –saque sus propias conclusiones.
Tiene María del Carmen el mérito de un alto grado de conocimiento sobre los hechos que trata, y esto se manifiesta en que muchas veces –yo diría en la mayor parte de las veces –es ella la que plantea el hecho, hace referencias concretas del mismo y solo deja para el entrevistado “ponerle el cuño”. No por eso sus análisis dejan de tener un sentido importante ya que, cada palabra salida de labios del actuante, mantiene vivo el interés del lector durante todo el libro y se convierte en otro puntal más para la historia que escudriñarán las futuras generaciones.
Para que no falte algo mío en esta presentación debo confesar que, algo que mucho me ha hecho dudar de la efectividad bélica de la obra guerrillera, es la enseñanza que el tiempo nos ha brindado al margen de las especulaciones más diversas. Hoy por hoy, luego de los fracasados intentos guerrilleros en gran parte de los países latinoamericanos –por no buscar ejemplos fuera de nuestro gran continente –las consagraciones de gobiernos socialistas y de izquierda en pacífico escrutinio mediante las urnas, han demostrado que este es el sendero idóneo para conseguir el bienestar, la libertad y la independencia de nuestros pueblos. Queden allí para la historia los méritos de Bolívar, de nuestros mambises, de todos aquellos próceres que en cada época ofrendaron sus vidas por la independencia americana cuando no aparecieron resquicios pacíficos en la monolítica postura colonial. Queden allí y venérense sus memorias. Pero si de algo estoy convencido –y tengo ante mí la imagen de Mahatma Gandi –es de que, siempre que haya una postura firme y virtuosa de por medio, el tiempo es y será siempre el mejor guerrillero de la historia para mejorar el futuro de la humanidad.
 Queda a los historiadores y estudiosos dejar en blanco y negro aquello que les interesará conocer seguramente a las generaciones venideras, y ese es el gran mérito de este libro como el de toda crónica veraz que nos ofrezca un poco más de luz de la que anteriormente poseíamos.
Muchas gracias.

Pedro Armando Junco

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