lunes, 29 de abril de 2013

Propuesta del Laboratorio Casa Cuba


Hace solo unos días, un amigo que visita mi blog me inquirió preocupado:
–¿Crees que sea saludable dejar a un lado tu literatura por el periodismo social que desarrollas en tu blog? El tiempo que dedicas a escribir esos artículos lo robas a revisiones de tus trabajos y a nuevas creaciones. ¿Vale la pena que te adentres en ese mundo virtual que ofrece Internet, saturado de polémicas políticas donde, a fin de cuentas, los que tienen la posibilidad de subsanar los errores que señalas, posiblemente ni siquiera conocen de tu existencia?
–Pienso que sí; que vale la pena –le respondí. –¿Pues no será correcta la actitud similar de un jardinero al que le avisan que su madre está muy enferma, a punto de colapsar por una enfermedad todavía curable si todos sus hijos marchan a socorrerla, y abandona de momento las flores del vergel y se va a convocar a sus hermanos y explicarles la urgencia de salvar a su madre? ¿No crees que hasta las flores de su jardín ofrecerán colores más brillantes y perfumes más gratos para recibir a su jardinero luego del regreso con la madre recuperada?
Claro que conozco de mi pequeñez ante el gigante de las botas de siete leguas. Me reconozco como un grano de arena más, o una molécula microscópica, pero que cuenta; una voz que se une a las que ya existían y a la cual continuarán uniéndose otras, cada vez en aumento, hasta conformar el torrente de eco formidable que pueda llegar al oído del gigante. Y eso es lo que propone El laboratorio casa Cuba.

 Cuba vive un cambio de época. Ello nos impone el apremio de velar por la soberanía de nuestra Patria. Preocupados por el presente y por el futuro, deseamos formular propuestas para ser estudiadas y debatidas públicamente, acerca de cómo podría desarrollarse, junto al proceso de actualización económica, la debida renovación del orden social cubano.

 Quienes integramos el Laboratorio Casa Cuba, de procedencias ideológicas disímiles, partimos de un consenso en torno a cinco pilares que juzgamos cruciales e irrenunciables de cara al presente y el futuro de Cuba: abogamos por la realización de la dignidad humana, que se concreta mediante el ejercicio no-violento de la libertad, la igualdad y la hermandad, por la socialización de la riqueza espiritual y material que seamos capaces de crear, por la consecución de una democracia plena, por la búsqueda de la mayor estabilidad en este proceso de cambios, y por el resuelto rechazo a la intromisión de poderes extranjeros en los asuntos de Cuba.

 Al proponer (nunca imponer) una definición mínima de República y algunos posibles instrumentos para realizarla, no deseamos promover agendas particulares, sino que cubanas y cubanos, con opiniones y creencias diferentes, entre todos contribuyamos a concretar, ampliar y profundizar estos criterios, que aspiramos a que sean la base de nuestra convivencia en un futuro próximo.
             
                              República:
Un orden público con un universo de actitudes, compromisos y reglas que garantizan a cada ser humano el disfrute de todas las capacidades necesarias para desempeñar su cuota de soberanía. El ejercicio de la soberanía ciudadana, que requiere un orden democrático, ha de tener como base las virtudes humanas, como medio principal el apoyo mutuo, y como meta la edificación de la justicia.

A partir de esta exposición el Laboratorio exhibe una propuesta de 23 artículos, tan respetuosos como humanos, a los que no es preciso señalar la dirección de a quiénes van dirigidos, pues se halla implícito en ellos su destinatario.
Y es allí el lugar común donde los granitos de arena y las microscópicas moléculas se habrán de unir para fomentar, los primeros, la piedra de concreto en que ha de erigirse, y las segundas, la morfología total de la Patria futura.
Encomiable labor la de aquellos que, sin esperar remuneración de algún tipo y sin pretensiones a escaños políticos en el futuro, se escarban el cerebro para elucubrar ideas que le sean útiles a los demás. ¿Entonces, qué menos puede hacerse, que escarbar en el raciocinio propio y complacer la demanda de integración del Laboratorio Casa Cuba?
Hoy solo quiero referirme a los artículos 3 y 17 de la mencionada propuesta:

Artículo III. Asegurar el derecho a una información universal que sea libre y diversa, amplia y profunda, interactiva y crítica, sin censura ni monopolización. En particular, es imprescindible garantizar la transparencia de la gestión pública y el acceso masivo y participativo a Internet.

Este reclamo, que llega como propuesta, totalmente justo y conveniente a todos por igual –gobernantes y gobernados –, es una manera de patentizar oficialmente lo que ya el pueblo cubano ha conquistado: el escape del monopolio de la información por parte del Estado. En mi enunciado anterior señalé la evasión ciudadana a la desinformación, mediante la avalancha de los medios modernos más sofisticados que invaden la mayoría de los hogares cubanos.
El programa oficialista quizás no sea capaz de mentirle al pueblo, pero sí es proclive a dos aristas altamente negativas: en primer término, está completamente parcializado a favor del criterio oficial, torciendo en ocasiones la cuerda hasta el peligroso punto de rasgarla; y en segundo término, oculta las informaciones que no le son felices a su política, dejando libre espacio a mi criterio de que ocultar la verdad es la manera más sórdida de mentir.
Asegurando el derecho a la información universal, no importa por dónde le llegue a la población, el Estado cubano no solo se quitaría de encima el martinete acusativo de que nuestro Gobierno es un régimen totalitario, sino que facilitaría a los ciudadanos de buena voluntad dar su voto de confianza al criterio oficialista y a la vez crear propuestas civilistas que acaso todavía nadie haya descubierto además de ofrecer a la vez su crítica a todo lo que considere destructivo y mal indicado. De esa fuente popular, que es la razón de aquellos que dirigen, podría nutrirse entonces la dirigencia.
La fobia a Internet, basada en que por este medio puede obtenerse información perniciosa, es totalmente insostenible cuando se acepte que ningún otro país libre en el mundo la reprime.
Y cuando este artículo indica que “en particular, es imprescindible garantizar la transparencia de la gestión pública”, me veo ante la disyuntiva de preguntar si alguna vez se le ha ofrecido al pueblo, fehacientemente, los manejos políticos y económicos del Gobierno cubano, o callarme la boca.

Artículo XVII. Hacer el mayor uso posible del referéndum y del plebiscito, en todos los ámbitos y dimensiones.

Dichosos aquellos pueblos que gozan de esta propuesta privilegiada. Se dice que en Suiza todo lo que posea relativa importancia nacional se ejecuta llevado primeramente a referendo.  Porque este es el peldaño superior de la verdadera democracia. Es el mayor contacto, la más efectiva posibilidad de acercamiento del individuo a sentirse parte soberana del Gobierno.
Primero hacer al pueblo culto, como soñó el Apóstol, para que pueda pensar. Luego al pueblo listo para participar individualmente en el Gobierno. Ha de ser el más venturoso sueño de la Patria ser gobernada a base de referéndum y plebiscito, y nunca más por decretos del ejecutivo.
Muy criticable ha sido ese tipo de “democracia” donde el pueblo vota por los pocos partidos que les ofrecen. Casi siempre son dos los importantes, mientras los demás quedan rezagados a ínfimas posibilidades. Y el individuo que desea participar no tiene otra opción que adherirse a uno de aquellos dos partidos importantes, cuyas plataformas de gobierno pueden estar o no, totalmente de acuerdo con sus aspiraciones; y todavía con una amplia posibilidad de que luego del triunfo nunca sean cumplidas las promesas del elegido.
Sin embargo, cuando no se puede llegar de golpe y porrazo a la democracia Suiza, al menos la de tener dos partidos en oposición, que emulen en ganarse los votos populares con plataformas de gobierno acordes al sentir mayoritario de la población, es gran paso de avance del que carecemos desde hace más de medio siglo.  
Al menos debe crearse un espacio y un reconocimiento a los que piensan diferente al Estado gubernamental, porque se sabe que los hay y no se puede negar la diversidad de criterios existentes en el país. Entonces sí podremos declarar que, cuando un pueblo tiene en sus manos la posibilidad de ejecutar, mediante su voto, las normas a seguir y el derecho a revocar el mandato de su máximo dirigente, es un pueblo libre y soberano de verdad.

Pedro Armando Junco

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