A raíz de mi crónica “Si de
Camagüey se trata”, recibí esta pequeña esquela del profesor Gavira. Debo
decir que él es un asiduo lector de los artículos que cuelgo en mi blog a pesar
de no disponer de Internet. No sé cómo se hace de ellos, pero los consigue, los
lee y los comenta. En esta ocasión hago pública su carta:
Estimado amigo Pedro Junco:
El tema relacionado con el mal estado de casi la totalidad de las
calles de la ciudad, es producto de ilegalidades que se han cometido en las
redes conductoras de agua, las cuales son objeto de indisciplinas que traen
consigo el deterioro de las calles y del servicio y daños a veces irreparables,
como son la conexión de acometidas en conductoras principales que están
diseñadas para conducir el agua y no para distribuirla, así como la
instalación de impulsores de agua o lo que es lo mismo, ladrones de agua que
producen desbalance en las presiones de agua. Estas violaciones se cometen a la
vista de todos, por lo que no ha existido orden y tampoco disciplina,
todo debido a la falta de exigencia de las autoridades. Da pena transitar por
las calles de nuestra ciudad, como te dije al principio, porque están llenas de
huecos. Observa los enormes y muy peligrosos huecos que existen en las
esquinas de San Ramón y Padre Valencia, y en la de San Ramón y Mojarrieta, solo
para ponerte dos ejemplos de los muchos problemas que existen. Es muy difícil
caminar por las aceras sin que te encuentres huecos. Me pregunto: ¿Estarán las
calles así para celebrar el 500 aniversario de nuestra Villa? ¿Se mantendrán
los alcohólicos “in crescendo” en busca de vino seco, Cuba Libre y ron barato,
merodeando, molestando, ensuciando y orinando en las calles aledañas a la
tienda “La Calidad” (es un eufemismo el nombre de esa tienda) de Astilleros y
San Ramón que es ejemplo vivo de Una
Obra cada vez Peor? Queda a solo una cuadra de la Plaza de los
Trabajadores, por donde transitan cientos de turistas cada día. No le ponen
cristales en el 2013, y sí en los años cuarenta, esta es una tienda que fue una
de las más modernas, bonitas y funcionales de la ciudad desde los años cuarenta
del siglo pasado. A los ojos de los visitantes quedamos como chapuceros,
mediocres.
Saludos,
Prof. Alberto Gavira
Astilleros No. 11
Pienso que el destacado
profesor de inglés Alberto Gavira ha tocado grosso
modo dos o tres de las decenas de detalles que pueden señalarse en una
crítica constructiva. Él vive al lado de la tienda La Calidad, anteriormente uno de los pocos y hermosos supermercados
con que contaba la ciudad hace más de sesenta años. Los grandes cristales que
servían de resguardo en la esquina de Astillero y San Ramón permitían al
transeúnte mirar desde la calle las ofertas y sentirse atraído a llegar de
compras. Hace solo unos días alguien rompió uno de esos cristales y la solución
fue levantar paredes de ladrillos. Si el cristal roto hubiera sido el de una shopping lo habrían repuesto
íntegramente.
También hace referencia a
los mendigos alcohólicos que perviven bajo el portalón de esa tienda, de la cual
obtienen vino seco y Cuba Libre (alcohol con azúcar y colorante). Allí
pernoctan, y evacuan sus necesidades básicas a solo unos metros, en el callejón
Mojarrieta, hoy urinario por excelencia de la Plaza de los Trabajadores. Pero
los mendigos alcohólicos proliferan en múltiples sitios más: duermen en casi todos
los parques, sobre los bancos de espera de los hospitales, en los portales de otras
muchas bodegas. En cualquier sitio se les ve harapientos y muchas veces
descalzos, hambrientos y alcoholizados. En el sitio al que hace referencia el
profesor, son una constante varios de ellos, porque allí se expenden bebidas
para el consumo hogareño como es el caso del vino seco, que ellos utilizan para
embriagarse.
No obstante a este
señalamiento, lo más vituperable de esta miseria consiste en que, frente por
frente a la entrada de esa tienda, vive un periodista profesional que todos los
días saca al aire noticias de los problemas que presentan otros lugares del
planeta y no ha sido capaz de exponer este lamentable desastre social que se
desarrolla a cuatro metros de la puerta de su casa, dando lugar así a que sean un
simple profesor de inglés y un sencillo bloguero independiente quienes señalen,
con espíritu constructivo y den la alerta con el propósito de que dichos
problemas sean resueltos.
Cierto es también que
nada impide al pueblo indisciplinado romper calles y tuberías maestras para
sustraer agua sin permiso de algún tipo; o colocar motorcitos “ladrones”, sin que
aparezca un funcionario y se lo impida, sino por el contrario –y esto se le
escapó al profesor Gavira –, en los días de festejos públicos, se permiten
fogatas sobre las calles asfaltadas, a sabiendas de que este derivado del
petróleo arde y se daña, contribuyendo a incrementar los baches que todas las calles
padecen.
No vivo al margen de las mejorías
que el nuevo Secretario del Partido ha impulsado en Camagüey. Solo la
restauración del Casino Campestre,
parque insignia de la ciudad y único por su clase en Cuba, goza de un mérito muy
aplaudido por el pueblo; porque aquel boscaje en ruinas, sin bancos donde
sentarse y sede nocturna de sodomías bochornosas, hoy luce tan hermoso y
atractivo como en sus mejores tiempos. El nuevo parqueo de ómnibus urbanos y el
incremento de novedosas rutas que faltaban son encomiable ensayo de una
dirección dinámica que pretende solventar problemas crónicos y acuciantes que
anteriormente nadie hacía por solucionar. Y muchas obras más que de paso dan
por pensar en la inoperancia de su predecesor.
Pero aún quedan
cuestiones muy urgentes que resolver y que un solo dirigente no puede abarcar
si no es ayudado por subalternos capaces de seguirle la ruta, más cuando quedan
obstáculos por eliminar que escapan a su influencia como directivo.
Solo me resta responder a
mi amigo Gavira que, tan preocupado como él del deterioro paulatino de la
ciudad de Camagüey en más de una ocasión he tocado estos temas, pero no puedo
convertir a mi blog en estribillo semanal. Sobradamente conocemos que las
autoridades de esta ciudad están al tanto de los mencionados problemas. Quizás
la dirección de la provincia se haya percatado de que algunas protestas
públicas que aparecen cada vez más a menudo por ahí, tengan que ver con la
caída en picada del nivel de vida poblacional. Sin embargo, continúan subiendo
los precios de los artículos primarios, multando a personas que no dañan la vía
pública ni causan perjuicios a la comunidad, y se olvidan por completo de
equiparar salarios con necesidades proletarias básicas como planteara Carlos Marx
en su obra cumbre.
Desoyendo el clamor de un
cambio de mentalidad propuesto por el Presidente del país, se lucha por saludar
el 500 aniversario de la villa rompiendo calles de concreto y plazas recién
asfaltadas en buen estado; se cierra el tráfico en la parte más concurrida para
incomodar a la ciudadanía, como para darnos a conocer el desprecio por tales
señalamientos, que a fin de cuentas, para los sordos, no valen un comino. Por
supuesto, conservemos la fe en que ese cambio de mentalidad que se promueve
desde el buró presidencial vaya aparejado de un cambio de dirigentes ineptos y
despreocupados y tenga efectos positivos muy pronto.
Pedro Armando Junco
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