martes, 4 de junio de 2013

Si de Camagüey se trata II parte


 
El domingo, a eso de las cuatro de la tarde, el profesor G... entró en bicicleta a la cochera de mi casa más rojo que un tomate maduro. Sudada la camisa, la respiración intensa y con los ojos muy abiertos me dijo:
–¡Acaban de bombardear a Camagüey!
Le sonreí la ocurrencia. Pero continuó:
–Esta ciudad se parece a Berlín a finales de mayo de 1945 .
Y vinieron a la mente los pavorosos documentales de aquella fecha. Al momento me percaté de lo que insinuaba y me eché a reír:
–No, profesor –le respondí –. Es que el Historiador la está reestructurando para saludar el 500 aniversario de su fundación con una ciudad nueva, modernizada; algo así como un París tropical.
Cierto es que ahora todo se le achaca al Historiador de la Ciudad. No importa la calle que cierre, el parqueo que elimine, la avenida que rompa, todo viene a dar al sitio donde nos dimos el golpe. Y el Historiador, o como dije antes, la Oficina de Historia de la Ciudad, sirve de aguantador y carga la culpa de esta destrucción casi generalizada que sufre el Casco Urbano de la ciudad. Pero el verdadero cerebro –entiéndase en plural –elucubrador de las tremendas barbaridades no muestra el rostro.
El cerebro elucubrador está dejando a Camagüey sin parqueos para automóviles. De hecho, el parqueo de la Plaza de la Merced, hoy Plaza de los Trabajadores, ya no existe. Luego de haberlo asfaltado recientemente, han devastado, hasta la tierra firme, todo ese último cometido y ahora, cuando llueve, los transeúntes tienen que atravesar a pie un lodazal muy parecido a un corral de ordeño. Este lugar, que es el centro financiero de la ciudad y la provincia, tiene que llevar sus vehículos a la estrecha calle Astillero y mantener guardias permanentes para su cuidado. Hasta a los carros de Trasval (traslado de valores) se les ha dificultado su funcionabilidad.
La calle República, principal arteria de la ciudad –más conocida como la Calle del Comercio –, que desde hace algunos años fue cerrada a los vehículos automotores, ahora está cercada frente a la iglesia de La Soledad por la reconstrucción de un edificio de varios pisos que se comenta va a convertirse en otro hotel más para turistas. Entre las mayas pirle y la puerta de la iglesia, en un trayecto de varios metros, el transeúnte tiene que atravesar un estrecho pasillo donde apenas caben, rozándose, dos personas para darse cruce. Si tenemos en cuenta que República, hoy convertida en bulevar, aglutina centenares de personas por minuto, es de imaginar la permanente trabazón humana al cruzar por aquel estrecho: caldo de cultivo y lugar idóneo para los carteristas.
La demolición de la calle Estrada Palma –hoy Ignacio Agramonte –con una flamante máquina de martillo (el martillo que no aparecía cuando el hueco de la calle San Martín) desde República a la Plaza de los Trabajadores, cuando se le miran los enormes y puntiagudos escombros, trae reminiscencias del Berlín de 1945, como dijo mi amigo. Esta fue una calzada de firme concreto y se mantenía en buen estado, como pocas. El motivo de su destrucción lo desconoce el pueblo, porque a la ciudadanía ni se le informa ni se le exhorta  a opinar.
Después de todo lo planteado, una vez más se pone de manifiesto que las personas que tienen en sus manos el poder de determinar acciones de gran envergadura, para nada toman en cuenta el bienestar de la población. Y eso pude corroborarlo una vez más hace solo tres días, cuando tuve que llevar a la madre de mi esposa para someterla a una operación de urgencia: el trato de los médicos fue maravilloso a pesar de que los cirujanos Abel Romero, Yoandry Guerava y Luis Ernesto posiblemente tienen que viajar desde su domicilio en bicicleta hasta el hospital para tomar el bisturí en sus manos. La operación fue un éxito. Pero cuando en el postoperatorio trasladamos a mi suegra hasta la sala y hubo necesidad de ir al baño, se me cayeron las alas del corazón. Al parecer, aquellos que intentan remozar el Casco Histórico de la Ciudad para atraer el turismo no conocen el desastre de los baños del más importante hospital de Camagüey.
Al parecer, lo que más incomodó al profesor G... fue, al intentar el cruce desde el reparto La Vigía hasta el centro de la ciudad que la calle San Ramón está cerrada debido a los trabajos de instalación de una nueva tubería de agua que acometen en la red hidráulica de la localidad. ¡Por fin una obra encomiable! Pero al llevar a cabo ese trabajo en una de las calles de mayor afluencia automovilística sin previa coordinación con las ya mencionadas obras restrictivas al tráfico, crea embotellamientos, incomodidad, pérdida de tiempo, desvíos con adicional consumo de combustible y mucho malestar en la población.    
Imagino que los tanques pensantes que elucubran estas grandes obras hayan incluido en el proyecto de la Plaza de los Trabajadores un urinario capaz de ofrecer servicio a los cientos de personas que se aglutinan allí en los actos públicos, para que el desventurado callejón Mojarrieta deje de ser el receptor de los desechos humanos en que lo han convertido y se pueda cruzar por él sin tener que tapar la nariz con el pañuelo.
Dios permita que esos tanques pensantes hayan ideado por qué lugar cruzarán las esperadas carrozas de los carnavales este mes. Dios permita también que haya oídos receptivos que acepten discutir ideas y rebatir proyectos absurdos antes que se acometan.

Pedro Armando Junco


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