Fue necesario que el
presidente del país, Raúl Castro Ruz, desde la tribuna en la Primera Sesión
Ordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional, en el Palacio de
Convenciones, reconociera el desorden, los malos manejos, la delincuencia, los
hábitos indebidos y la corrupción que padece el país, para callar la boca a los
fundamentalistas timoratos que hasta ese momento han venido criticando las
denuncias colgadas en mi blog.
Más de dos años han transcurrido desde que originé mi blog con el lema: “La furia de los vientos: Un blog para debatir, sin parcialidad ni censura, los cuestionamientos más urgentes de la sociedad cubana”. Y a lo largo de todo ese tiempo he sentido la espada de Damocles que ha venido colgando sobre las cabezas de aquellos que nos hemos atrevido a cuestionar estos vicios. Cantidad de amigos, intelectuales o no, no han dejado un día de aconsejarme que para qué adentrarme en este campo minado. Muchos han temido lo peor y hasta me han recordado la necesidad de terminar de criar y educar a mi niña de once años.
Pero
he tenido dos puntos de apoyo tan significativos como disímiles: la oportunidad
que promovió el actual Presidente a que todo ciudadano pueda decir lo que
quiera aunque no guste lo que se diga. Y la inconmensurable memoria del
Maestro: “el hombre que no dice lo que piensa, no es un hombre honrado”.
Pesa
en mi corazón, ante todo, el fraccionamiento de la nación cubana: de mi nación,
de la gran familia; no ya por cuestiones políticas, sino por cuestiones
económicas que, a pesar de escollos gigantescos, pueden franquearse. Y estoy
convencido de que todo esfuerzo que hagamos por llevar a feliz término esta
conquista de la manera más serena posible, nos será reconocido por la historia.
Poner sobre el tapete la verdad, nuestra verdad, no es más que un granito de
arena, pero quizás el granito de arena que se precisa para levantar el gran
edificio del futuro.
No
obstante estar reconocida la corrupción por el primer mandatario del país,
mucho se debe trabajar todavía. El hecho de aceptar como verdad un
cuestionamiento, es el primer paso en el camino para resolverlo. El segundo
paso radica en localizar sus raíces. Y allí es donde habrá que analizar una
tras otra, cada desviación social de las 191 que enumeró el Presidente.
¿Y
quiénes son los verdaderamente capaces de enumerarlas? La sociedad en pleno,
con total apoyo y libertad de criterios por parte del Partido, que es en
realidad el Gobierno.
“Tengo la amarga sensación –dice el Presidente –de que somos una sociedad cada vez más
instruida, pero no necesariamente más culta. Traduzco la cita a
lenguaje más popular: Estoy convencido
de que a pesar del elevado nivel académico, el pueblo es cada vez más inculto.
Sin
embargo, gran parte de esa “incultura” no lo es tanto por los malos hábitos del
cubano común, sino por la desobediencia civil ante leyes, decretos y formas
arbitrarias del Gobierno al restringir lo que la población considera sus
derechos.
Y
no es preciso repetir una por una esas arbitrariedades. Basta ver a los cómicos
del país –únicos autorizados por el momento a sacar al aire dichas
restricciones –y encontraremos de inmediato la inconformidad ciudadana: precios
desorbitados ante salarios irrisorios; doble moneda diferenciada de 1 a 25;
prohibición de consumo de carne de res y mariscos; impuestos y multas
indiscriminados. Etc., etc., etc.
Y
detrás de estas restricciones es donde aparecen los malos hábitos y las formas
desordenadas de conducta ciudadana. ¿Se han preguntado los dirigentes del país
por qué cada día aparecen más mendigos alcohólicos, más comercialización
ilícita, más acaparamiento, más juego y soborno? ¿Se ha buscado la raíz del carácter belicoso
de muchos elementos que les da lo mismo estar en la calle como en la cárcel?
¿La dirigencia ha averiguado alguna vez la causa de por qué la gente cría
cerdos hasta en la bañadera de su casa? ¿Se han preguntado por qué gran
cantidad de personas hurta la electricidad fuera del control de sus relojes?
Mucha
tela quedaría por donde cortar. Claro está el Presidente al reconocer que son
más de 191 estas manifestaciones incorrectas. Pero nunca conseguirán resolver
un problema si no crean el camino adecuado y justo para erradicarlo. Pienso que
no compete solo a los órganos represivos esa tarea. Hace más de 20 años, casi
no existía el hurto de ganado mayor, pero al menos cada ciudadano recibía
semanalmente media libra de carne de res por la libreta. Casi no existían
mendigos alcohólicos, porque el dinero tenía un valor adquisitivo real y el
salario de esos hombres que hoy se abandonan al alcoholismo les alcanzaba para
mantener cubiertas sus necesidades familiares. Pocos hurtaban la corriente
eléctrica porque el kilowatts costaba 9 centavos y no como hoy 16 veces más
caro. Nadie robaba la bombilla eléctrica del hospital que lo recluía, porque en
esa época esa bombilla no representaba el salario de una semana.
Pero
a todo esto podemos agregar que hace veinte años el pueblo no veía más allá de
nuestras fronteras, pues por esos años no existían los medios sofisticados que
ahora gozan de una proliferación masiva. Debo acotar que mucho hay de esto en
el miedo gubernamental a ofrecer acceso a Internet a la población. Porque al
pueblo parece como si lo hubieran sometido a una operación de miopía y ahora ve
lo que antes no veía: cómo en otros países se viaja, se come carne, se ganan
salarios verdaderos; y hasta compara mejor y con mayor suspicacia la cantidad
de funcionarios que viven muy bien –incluyendo a los obesos que al hablar por
la televisión les falta el aire –, mientras él continúa a pie, alimentándose con
masa de croquetas, tilapias y clarias, adquiriendo sus ropas en las
“trapishoping”, asistiendo al campismo de los ríos porque la playa es carísima,
y carente de cualquier prerrogativa de crecimiento económico.
Por
eso alguno como yo se arriesga a escribir estas líneas, que son nuestras
vivencias, son nuestras verdades. No importa que la espada de Damocles continúe
sobre nuestras cabezas. La intención –ya lo he dicho antes –no es cambiar de
Gobierno, sino que el Gobierno cambie esas directivas erróneas y continúe para
el bien de todos.
Pensando
en eso viene a mi memoria aquella frase del Padre Félix Varela que ahora
hacemos nuestra: “Yo deseo dar a los gobiernos su verdadero apoyo, que es el amor del
pueblo, la justicia de sus leyes y la virtud de los gobernantes”.
Pedro Armando Junco
Gorgeous!
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