lunes, 29 de julio de 2013

Un comentario indispensable



También en el discurso del presidente Raúl Castro el día 7 de julio del presente año, le escuchamos decir que “falta un largo y complejo camino para actualizar nuestro modelo económico y social” y más adelante incluir que “han proseguido los estudios para la supresión de la dualidad monetaria”. 
En primer lugar, expresar categóricamente que falta un largo camino después de más de cincuenta años de gobierno, es como pedir un espacio de tiempo a la pléyade de patriarcas bíblicos encabezados por Matusalén y Moisés cuando se conseguía vivir 180 años y más.
Con respecto a la dualidad monetaria –y utilizo la misma denominación del Presidente –puedo asegurar que sería un éxito mantenerla y constituiría la felicidad del pueblo –y no se me tome por una cruel ironía –, si los salarios fuesen abonados a los trabajadores en CUC (pesos convertibles) y los artículos de primera necesidad, a pesar de sus altos precios, se ofrecieran en lo que hoy constituye la moneda común.
Es por ello que traigo a colación algunas citas del doctor en ciencias Haroldo Dilla Alfonso al referirse a este fenómeno a través de su visión marxista:

Hay grupos y personas que creen que la mejor manera de empujar hacia un cambio en Cuba es saludar con efusión cualquier movida que haga el gobierno, confundiendo la política de principios con los intercambios coquetos de guiños. Y por eso han terminado disolviendo su paradigma político en una jerga desbalanceada con mucho orden y muy poca transición.

Pero todo lo hecho hasta el momento, siempre con el tiempo en contra, no ha sido otra cosa que la provisión de primeros auxilios, cuando sabemos que el cuerpo necesita una buena cirugía. Y en ello hemos gastado siete largos años en los que la mayor preocupación ha sido no equivocarnos.

Lo cierto es que la ciudadanía tiene deseos de que se cumplan esas promesas que no llegan. El problema de la doble moneda está acabando con el estándar de vida del pueblo cubano, llevando a la miseria a miles de familias que no encuentran otra opción que adentrarse en el campo de las 191 ilegalidades citadas en el discurso presidencial, o lanzarse a la calle como mendigos alcohólicos o elementos furibundos.
Cada vez son más reiterativas las manifestaciones de descontento, los letreros ofensivos con consignas contrarrevolucionarias garrapateadas en las paredes de la ciudad, las apariciones en cualquier sitio de personas que gritan a voz en cuello vituperios y maldiciones.
Y no es que los que piensan como yo estemos de acuerdo en que estas cosas sucedan, pues, todo lo contrario, estamos convencidos de que, desgraciadamente, esos elementos escandalosos y ofensivos meten en el mismo saco en que ellos van a una ciudadanía ávida de paz y de consenso, pero sin medios para expresarse; aunque, también como ellos, desespera por las promesas que nunca terminan de cumplirse.
Y continúa Haroldo:

No es sonriendo al gobierno ni flirteando con fórmulas asiáticas como se enfrenta la situación real de Cuba, sino asumiéndola críticamente y reclamando pasos efectivos en dirección a cuatro aspectos claves: la viabilidad económica, la democracia política, la dimensión transnacional de su sociedad y la inserción soberana de Cuba en el sistema mundial.

Cuba se encuentra ubicada en una encrucijada muy compleja: una economía subsidiada, paralizada e incapaz por sí sola de garantizar su reproducción simple; una sociedad plural y vigorosa que busca sus espacios de autonomía a contrapelo de los usos de la política, una población insular que decrece por sus bajas tasas de natalidad y porque su parte joven emigra para donde pueda; una comunidad emigrada que es económica y demográficamente más activa que la que permanece en la Isla y donde un sector político antigubernamental de línea dura aún ejerce cierta hegemonía; un problema de inserción política y económica en relación con el sistema mundial, marcado por el diferendo con los Estados Unidos y que frecuentemente coloca al Gobierno al lado de causas poco elegantes; y un sistema político que durante décadas nos pidió la entrega de cuerpo y alma, sin fisuras, que ya no tiene capacidad para hacerlo, pero que se niega a renunciar a la idea del control total. De manera que hoy vivimos una extraña eclosión de situaciones inusuales y desgajamientos y permisividades, a veces para bien, pero otras veces con resultados perversos. Y que finalmente no nos conducen a un estado de derechos y libertades.

El primer y más viable camino que pueda conducirnos a un estado de derechos y libertades, como reclama el articulista, es la transparencia total y la facultad ilimitada de expresar las ideas y difundirlas, como muy bien reza el artículo 19 de La Declaración Universal de los Derechos Humanos. Si al menos se dejaran atrás tantos temores y fobias por parte del Estado y se ofreciera al ciudadano que piensa los espacios difusivos para cualquier criterio dirigido a la evaluación y consulta de la opinión pública, se estaría dando el primer paso para un consenso verdadero. A fin de cuentas la gente ya tiene sus criterios consensuados, y uno de ellos es la urgencia de cambios profundos, capaces de abrir espacios económicos, políticos y sociales de manera absoluta. 
Cuba no es Norcorea. Cuba necesita con urgencia insertarse de verdad en las democracias latinoamericanas –incluyendo a las más afines en política, pero que mantienen un intercambio comercial con Estados Unidos –y adherirse a sus sistemas eleccionarios pluripartidistas, respeto a la propiedad privada poderosa, salarios reales y capaces de solventar con honradez las necesidades de la familia, libertad de consumo de cualquier tipo de alimento, etc. Le urge poner fin al diferendo con el vecino del Norte y recomenzar una comercialización que se haga sentir directamente en la ciudadanía de a pie positivamente.   

El pluralismo debe incluir el derecho de todos y todas a aspirar al poder político por la única vía aceptable en una sociedad de consensos: las elecciones libres y competitivas. Cuba necesita un sistema electoral directo, pluralista, que reconozca el derecho de las minorías a llegar a ser mayoría. Y un sistema político que garantice una participación sólida en un parlamento efectivo, y un poder judicial independiente. Y al mismo tiempo conserve y revitalice los espacios de democracia directa incluidos en la Constitución desde 1976: participación comunitaria, rendición de cuentas y derecho a la revocación.

Con suma modestia, y en beneficio del desiderátum socialista debemos reconocer que conseguimos una Revolución nacionalista con una vocación loable de justicia social. Pero que ya no existe. Y que el socialismo nunca existió.   
   
Estas citas, tomadas al vuelo de un trabajo de Haroldo Dilla Alfonso, publicado por la siempre encomiable revista cubana Espacio Laical, no están al ciento por ciento de acuerdo con mi criterio; pero sí deben ser difundidas a pesar de que muy pocos cubanos insulares podrán recibirlas: Espacio Laical es una publicación de pocas tiradas y no se ve nunca a la venta en los estanquillos públicos; y mi blog no llega al pueblo de Cuba, porque el pueblo de Cuba no tiene acceso multitudinario a Internet.
No quiero terminar mi comentario sin incluir una frase que este autor trajo a colación en su artículo a pesar de no ser suya, sino de “una comunista brillante”, según sus propias palabras:
“La libertad solo es tal cuando se concede a los que piensan diferente”.
Hay que tener en cuenta la diversidad, como bien señalara en su pequeño discurso el presidente de Uruguay José Mujica el pasado 26 de julio de 2013.

Pedro Armando Junco 


Fuente:
Dilla Alfonso Haroldo. “El pensamiento binario que nos esteriliza”, en la revista Espacio Laical, Proyecto del Centro Cultural Padre Félix Varela,  Año 9 No 1/2013, pp.131–134.

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