Los motivos de ausencia
en mi blog durante dos semanas fueron esta vez las impostergables vacaciones. A nosotros los cubanos, sobre todo a las
“amas de casa”, es fundamental tomar un veraneo lejos del hogar, durante un
tiempo siempre determinado por los recursos económicos acumulados en el
transcurso de un año. Y cuando se tiene una hija casi adolescente, que en
septiembre comenzará sus clases en segunda enseñanza, se convierte este móvil
forzosamente necesario.
Como no contábamos con
los 100 CUC –o lo que es lo mismo: 2500 pesos cubanos –que cobran las casas
particulares en Santa Lucía por una semana de hospedaje, caí como un pitirre a
la tiñosa sobre Sergio –actual presidente de la filial de la UNEAC en la provincia –y
conseguí el estreno de una de las dos cabañas apenas terminadas en la playa
para los miembros de nuestra organización.
Para quienes no la
conocen, debo decir que Santa Lucía es la principal playa camagüeyana, al norte
de la Isla. Sus
arenas blancas se extienden a más de 20 kilómetros de
litoral y se subdivide en espacios menores con diferentes nombres: de este a
oeste: “Punta de Ganado”, “La
Concha”, “Amigos del Mar”, “Residencial” y “Tararaco” –estas
dos últimas donde radican los hoteles para turistas de moneda dura –. Luego,
tras largos kilómetros de orillas vírgenes, Santa Lucía finaliza en “La Boca”.
Las cabañas de la UNEAC radican en La Concha, muy cerca de la
rotonda de la entrada. En esa playa –la de menor calado de todas –, a la
izquierda de la avenida, existe un “ranchón” para los bebedores, un pequeño
restaurante y dos cabinas telefónicas. A la derecha y rumbo al mar, se yerguen
unas cuantas viviendas particulares de mampostería y techos de placa, cuya
renta, cuando es por divisa, oscila entre los 25 y los 100 CUC diarios.
Detallo esto porque al
acercarme a las cabañas de la
UNEAC me vi empequeñecido ante la rusticidad de su
construcción.: techo de guano cana de “dos aguas”, horconadura y viguetería de
madera redonda pintada de verde intenso, piso de tabloncillo estrecho y paredes
retocadas de amarillo corriente. Al ojo vulgar y desde lejos, parece disminuida
su categoría.
Pero la sorpresa la
tuvimos al penetrar en la cabaña que nos designaron. Aún no culminada la obra
por la ausencia de pequeños detalles como lo es la cerca que delimita, sentí la
sensación de haber llegado al hogar de mis abuelos mambises.
Esa frescura que brinda
la cobija de guano cana convierte en innecesarios los dos ventiladores
eléctricos; la comodidad de las tres hornillas automáticas de gas licuado, el
confortable refrigerador antiescarche y el avituallamiento total de sus útiles
de cocina, suscitan la envidia de cualquier hogar cubano de la clase nuestra:
los de a pie.
La sala comedor cuenta
con varios butacones, dos balances, una mesita y sus cuatro sillas,
elegantemente trabajados. Frente, el televisor y el DVD. En el dormitorio son
los ventanales de persianas, protegidos por las telas “mosquitinas”; la cama
matrimonial y una litera doble, todo con colchonería nueva y sábanas de
estreno. El baño, escrupulosamente azulejado y con piso impatinable, el lavamanos
moderno y la ducha de agua potable en abundancia y a toda hora, culminan el
equilibrio de una estancia perfecta en el interior del inmueble.
El artista diseñador del
rústico proyecto, levantó un tanque elevado y dos duchas en el exterior, para
cuando se llega de la playa eliminar la sal y la arena que pueden contaminar y
molestar dentro de la vivienda. Esas duchas exteriores solo las he visto en
hoteles para turismo en divisas durante las pocas ocasiones en que, un primo
que me visita desde el exterior, me ha costeado la entrada.
Una guardia constante de
custodios las 24 horas protege al visitante de cualquier hurto en sus horas de
mar; una jovencita camarera limpia y organiza todas las mañanas el local; y un
administrador diligente y amable, hacen sentir el celo porque disfrutemos una
estancia extremadamente agradable.
Claro que existe una
razón para que esto sea tal como lo he narrado: estas cabañas están construidas
para el deleite de los artistas y escritores de la provincia. No se podía
esperar menos que ser diseñadas y promovidas por talentos artísticos que las
convierten a la vez en rememorativas y funcionales. Sabemos que esto ha sido agenciado
a “sangre y fuego”, batallando contra las limitaciones múltiples de la sociedad
en que vivimos. Pero se ha logrado.
No me queda menos que
felicitar a Sergio Morales Vera, actual presidente de nuestra filial; a Elías,
quien ha llevado las riendas del proyecto; y a Rubén, el maravilloso administrador
que recibe a los huéspedes como si fuesen de su propia familia.
A todos ellos, gracias…
y reiteradas felicitaciones.
Pedro Armando Junco
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