lunes, 25 de noviembre de 2013

Réplica a los detractores de la Asamblea



Recientemente he leído que algunos intelectuales de alto nivel en mi provincia acusan de frustrante a la Asamblea del día 9 de noviembre de este año, como es el siguiente comentario de María Antonia Borroto:
Coincido en la frustración que Juan Antonio García refiere al constatar, cual punta de un iceberg, la indolencia, el laisser faire, que se adueñó de la Asamblea Provincial de la UNEAC: lo que bien hubiera podido ser un espacio de confrontación de ideas devino triste muestrario, salvo unas pocas excepciones, de miserias personales.
De paso quiero señalar con el mayor respeto, que esa acidez en el lenguaje al calificar de muestrario de miserias personales a la intervención de quienes expusieron necesidades privadas, es impropia en plumas doctas femeninas.
Si algún expositor no lo hizo a la altura de su categoría, no pienso que por eso haya que vituperarlo, pues todos conocemos que –parafraseando al poeta –de mediocridades está adoquinada la pasarela de nuestra cultura nacional. Realmente pienso que las asambleas son también para eso: para sacar a la luz los problemas nuestros, que a fin de cuentas entorpecen el posible desarrollo de las iniciativas y creaciones individuales, pues las “grandes ideas” no solo se exponen mediante un micrófono dentro de un teatro donde el viento se las lleva, sino se escriben y se publican y se lucha por ellas constantemente y se repiten hasta el cansancio.
Debemos tomar conciencia de que en este tipo de asamblea rara vez se elaboran soluciones concretas. Estas reuniones son buenas como génesis, algo así como espermatozoides eyaculados en la vagina; luego de un navegar incesante y agotador, de las muchas ideas planteadas, acaso una llega a fertilizar el óvulo; y después: a esperar nueve meses ¡a ver si se logra un parto exitoso!
Por lo tanto, mantengo el criterio de que esta última reunión de intelectuales y artistas fue mejor que la anterior, ya que se hablaron también cuestiones sociales muy a tono con los momentos que vivimos y de las que ya hice referencia en un post preliminar. Por ejemplo, la cuestión de por qué el cubano –o la cubana –no puede llevar en su indumentaria nuestra enseña nacional fue una bofetada al inmovilismo crónico de un solo criterio. La crítica a la prohibición de las salitas particulares de cine en 3D, estuvo magnífica. Y, por supuesto, no menos la advertencia de Luis Álvarez relativa a la peligrosidad de los juegos computarizados. Pavel trató un tema tan interesante, como interesantes fueron las intervenciones de los dos compañeros de la radio.
Estoy convencido de que en el ámbito intelectual, una asamblea debe recoger y poner sobre el tapete hasta la última disfunción social porque, como muy bien recalca Juan Antonio tienen que ver con el bien público, es decir, esas que estudian asuntos que ayudan a proteger los derechos…” Así que, el “Divorcio a la cubana” de María Antonia debió haber sido condensado, traducido a lenguaje más asequible y expuesto por ella ese día, en vez de lanzarlo tardíamente por un blog al que ninguno de nosotros puede dar resultantes, a no ser elogiarlo. Era allí el sitio ideal para sacarlo a la luz. Exponerlo una hora después de culminado el cónclave habría sido como proponer destupir los tragantes después que el ciclón ha pasado.
Si a lo que hacen referencia los detractores de la pasada asamblea es a que se dejaron de hacer planteamientos importantes, estoy completamente de acuerdo. Se omitió exigir por enésima vez Internet para todos en nuestras casas. No hubo uno que se atreviera a preguntar qué es de la fibra óptica que nos facilitó Venezuela y que, según se nos anunció por la prensa hace ya mucho tiempo, encajó su cable por las costas santiagueras. Tampoco alguno se puso de pie, micrófono en mano, para reclamar mejores retribuciones a los escasos trabajos que se nos publican.
Pero además, si los artistas e intelectuales somos la representación pensante de la sociedad, como también acota Juani –“Las asambleas donde se reúnen los escritores y artistas de Cuba deberían ser de las que, en nuestro caso, merecerían convertirse en puntos de referencia insoslayable” –¿por qué no se reclamó que los productos estatales se equilibren con justicia respecto a los salarios? ¿Por qué razón la ola de los mendigos alcohólicos callejeros continúa in crescendo? ¿Hasta cuando se continuará convirtiendo en intransitable nuestra otrora resplandeciente ciudad, hoy saturada de olor a polvo sucio, posible causa de tantas enfermedades antes inexistentes, que nos convierten en émulos de los países más empobrecidos de África? Ah, pero eso es tabú para los “intelectuales” camagüeyanos.
Sin embargo, tengamos presente que estas polémicas intrascendentes son caldo de cultivo para crear divisiones perniciosas. Contrario a la máxima maquiavélica “divide y vencerás” debemos anteponer otra más moderna y positivista: une y triunfarás. Y no olvidemos tampoco que de la ignorancia y la cobardía, principales enemigas de la libertad, la primera es más fácil de superar.

Pedro Armando Junco



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