jueves, 27 de marzo de 2014

Que salten de alegría los trabajadores de la salud



Hace acaso un mes, un destacado dirigente de alto nivel expresó –más o menos con otras palabras –que se estaban formulando tácticas para obtener del trabajador cubano mayores bienes de consumo. O sea, utilizar una estrategia de estímulo que pusiera a trabajar de verdad a la gente. Eso fue lo que pude dilucidar del discurso, porque cuando ese compañero comparece frente a cámaras, su disnea crónica, el alto vuelo técnico de sus palabras y el revoloteo de sus brazos para que le veamos el hermoso reloj que cuelga en su muñeca, roba mucho la atención y nos deja fritos.
Y cuando se habla de estrategias desde allá arriba, inmediatamente pensamos en qué nuevos trucos se están gestando contra el ciudadano de a pie. Porque si de algo estamos convencidos es de que cuando se ofrece un novedoso beneficio a manera de anzuelo, detrás viene el batacazo violento que lejos de mejorarnos, nos aplasta más y más.
No obstante, me atrevo a proponer a esa personalidad de las altas esferas ministeriales, una fórmula más sencilla si se quiere conseguir que el cubano de a pie, el cubano obrero y campesino trabajen y produzcan riquezas: en primer lugar brindarle un sentido de pertenencia transparente y real: que lo suyo sea suyo, con garantía de que mañana no aparezca un decreto y se lo confisque. En segundo término no poner reparos a sus ganancias; y que estas ganancias sean contantes y sonantes con una moneda que tenga valor adquisitivo verdadero, que le permita adquirir hasta la última novedad confortable para su hogar y su familia. Por lo tanto me atrevo a garantizar a ese funcionario que en un espacio de tiempo, no muy extenso, todo irá tomando un camino de éxito económico en la ciudadanía. Más claro aún: si las entidades gubernamentales dejan que cada individuo eleve su patrimonio hasta donde su capacidad, su inteligencia y su laboriosidad se lo permitan tal a como lo planteara Carlos Marx, y sientan muy en serio el sentido de lo propio, todo irá de perillas y se saldrá del hueco financiero donde está enclavado el pueblo de Cuba.
Claro que la infraestructura laboral de Cuba es el primer gran obstáculo. Habría que comenzar por desenredar la maraña que se ha tejido durante medio siglo con la aniquilación de todo negocio productivo particular y tantos puestos de trabajo que no producen riquezas, sino las consumen. “Darle hacia atrás al casete” para decirlo en buen cubano y reconocer que aquellas medidas lapidarias de los años sesenta fueron el tiro de gracia a la economía nacional. Y habría, como señalé más arriba, que multiplicar el valor absoluto de las riquezas creadas por el individuo, invitando así a que aquellos que no la producen, marchen hacia donde puede ser originada. Previo a esto habría que eliminar todo tipo de ventajas y prebendas a dirigentes, a militares, custodios, mosquiteros, etc., –hijos bobos de la economía interna – y veríamos entonces, en poco tiempo, como estos y muchos inútiles más, marcharían en pos de un puesto de trabajo productivo.
Pero entonces aparece el mayor de todos los problemas: ¿dónde existe el sitio generador de riquezas en un país donde la infraestructura industrial está casi en cero? He allí la gran disyuntiva de grandes e inteligentes economistas como Juan Triana Cordoví, por citar solo a uno de ellos. La inversión extranjera en gran escala, cuya esencia ideal sería la norteamericana, tropieza con el embargo –en Cuba error etimológico al llamarlo “bloqueo” –y está lejos aún de poder implementarse mientras se atraviesen en su camino las cuestiones políticas fundamentalistas que aún hoy perduran.
Al parecer, el primer paso a ejecutar por aquel personaje que mueve mucho la muñeca para enseñar su reloj, es duplicar el salario al personal de salud dentro y fuera de la Isla. A nadie le es ajeno que una de las mayores entradas de divisas al Gobierno cubano está en alquilar decenas de miles de personas de este gremio a diferentes países, sobre todo en Latinoamérica. Según cifras oficiales, el 64% del total de servicios en el exterior. Pero con las últimas medidas restrictivas indirectas, como es la imposibilidad de comprarse un carro al regresar a la Patria luego de varios años de dolorosa odisea alrededor del mundo, debido a los exorbitantes precios que les han impuesto y la inutilidad de una carta que anteriormente facilitaba la prebenda de adquirirlo a un precio asequible para sus ahorros, ha sido mucho el desencanto de los galenos “internacionalistas” y, ni qué decir de los que dentro del patio sobreviven con salarios miserables que nos les alcanza ni para comer.
Debo reconocer que muchos de estos nuevos beneficiarios del nuevo decreto están dando saltos de alegría. El Consejo de Ministros, fiel escucha del hombre del reloj de lujo, ha conseguido entusiasmar a muchos –a pesar de ser un personal intelectual universitario –que no tienen puesta la luz larga hacia el porvenir y al parecer ignoran, en primer lugar, que la duplicación del salario de un profesional todavía es una menudencia si se le compara con ese cargo suyo en el extranjero, ni en la injusticia de este “privilegio” que traerá respuesta inmediata en otros muchos sectores gremiales que pondrán el grito en el cielo, y por último, que una inflación galopante acelerará sus pasos como los del gigante de las siete leguas y reducirá a la mitad cuando menos el valor adquisitivo del duplicado salario.  
Por primera vez en 55 años hemos sido informados de la cifra real de caudal financiero que recibiría Cuba en el 2014 por su rebaño internacionalista: dos mil ochocientos millones de pesos convertibles (CUC). Al tomar la calculadora cualquier ciudadano de nivel elemental y dividir esa cifra entre 11 millones de cubanos y luego multiplicarla por 25 –que es el valor real de esa moneda frente a la que se le paga al trabajador –cada cubano percibiría 18 636 pesos y 36 centavos al año incluyendo desde el recién nacido hasta el más longevo. O sea, 1553 pesos mensuales per cápita, cifra que nadie percibe en nuestro país. Si a este caudal sumamos el de las remesas familiares que van a parar a manos del Estado, las exportaciones en renglones tan importantes como el ron, el tabaco y el pescado, los frutos de la TRD (Tiendas recaudadoras de divisas) y el turismo, más el capital en moneda fuerte de ETECSA, la aviación civil y tantas fuentes más de entrada financiera al país, cada cubano y cubana pudiera vivir como Dios manda.
Los cubanos de hoy no poseen la ingenuidad de las dos generaciones anteriores. Los golpes han abierto los ojos a la población y para nadie es secreto que el total de la fortuna acumulada en el país se va por otras vertientes nada propicias para el pueblo. Inventar nuevas fórmulas para que el cubano trabaje es buscar la cuadratura del círculo o la circunferencia del cuadrado sin el número pi.
Después que se paguen los nuevos salarios al personal médico cubano y transcurran algunos meses, tendremos mucho que contar sobre la euforia de los afortunados y el desánimo de los maestros, profesores, abogados, intelectuales en general y los siempre arrinconados obreros simples y campesinos, si no se les tiene en cuenta en este “regalo”. Y si se les tiene en cuenta, tendríamos que ser profetas para predecir el precio de una malanga en el mercado.

Pedro Armando Junco

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