domingo, 22 de junio de 2014

Condicionando la futura presidencia del país

Leía en un blog hace poco, que un amigo del “gremio” asociaba la democracia con tres condiciones ideales para la máxima dirección del país. Si no recuerdo mal su enunciado, solo él creería en una verdadera democracia si el futuro presidente fuera mujer, negra y lesbiana.
Yo no pude menos que sonreír, pues quien dijo aquello es un hombre de talento y persona seria y de entera confiabilidad. Pero no puedo mantenerme callado al respecto, porque mediante una caja de betún negro nos está proponiendo a la candidata en el escenario. Por eso he preferido escribir este post de elemental análisis para hablar de esas tres condiciones.
Una mujer en la futura presidencia de Cuba no estaría mal. De hecho, ya varias féminas han asumido este rol en América Latina y ha sido exitoso. Yo admiro al sexo femenino, no solo porque las mujeres me encantan, sino porque ellas son –quizás por la excelsa virtud de la maternidad –mucho más humanas que los hombres. Rara vez aparece en la historia universal una mujer asesina; y cuando la encontramos, hay ocasiones en que hasta se las justifica. Y como gobernantes suelen ser más carismáticas e indulgentes que muchos hombres. Ahora mismo estoy buscando en mi memoria una mujer tirana y no la encuentro. Pero hombres… uf; ¡para qué tocar ese tema en estos momentos! Así que no está errado mi amigo al proponer para el porvenir de la Patria a una mujer presidenta.
El caso de que sea negra es también una cuestión baladí. A mí, por ejemplo, el color de la piel no me cuestiona el voto. Científicamente está muy bien demostrado que no existe disparidad en la dimensión intelectual de un negro y de un blanco. Eso pudiera ser lo únicamente objetable, pero no hay diferencia cerebral; no existe superioridad mental entre las razas humanas; la supuesta incapacidad de una bajo la otra es el pretexto que utilizan los racistas para excluir a los diferentes de color. Soy ferviente admirador de Martin Luter King. De hecho, gracias a él, el actual presidente de los Estados Unidos es negro y –quien no lo reconozca que puje –es un hombre muy inteligente y capaz. Nuestros Maceos eran negros. Fulgencio Batista, al margen de sus crímenes, era hijo de una negra. Si hoy en Cuba solo dos negros están en las altas esferas del Gobierno, no es a mí a quien corresponde explicar por qué, si la mitad de nuestra población es negra y mestiza, solo un ínfimo porciento es dirigente.
Pero llegado al tema del lesbianismo, si difiero mucho del bloguero antes citado. Primero, porque entiendo que la homosexualidad es una aberración de la naturaleza. Que deba respetárseles y no discriminarlos como ocurrió en las primeras décadas de la Revolución, estoy de acuerdo. Cada cual acuéstese con quien mejor le cuadre, que eso es libertad de la buena. Pero si ahora queremos remediar los abusos cometidos contra los homosexuales en los años sesenta y setenta y hasta mucho más acá, dándoles prioridad sobre los que no lo son, es una deslucida jugada de desquite que para nada va a borrar esos desmanes. Mucho se ha hablado de la condición “amanerada” de Ramón Grau San Martín; pero, al decir de mi madre, fue un presidente honrado. Mi inquietud estriba en que, de una mujer condicionada por lo que yo entiendo es un defecto de carácter, con la égida del poder entre las manos, pueden esperarse aberraciones significativas.
Por lo tanto apruebo al amigo bloguero si el próximo mandato presidencial, casi a las puertas, se realiza con elecciones directas, secretas y limpias, con absoluta garantía institucional para presentar una plataforma de gobierno a la población que llegue por todos los medios difusivos del país y con el tiempo necesario para ser asimilada por el pueblo. Una plataforma de gobierno diáfana y precisa, para que la ciudadanía cubana pueda optar por otorgarle los máximos poderes de la nación a una mujer negra, siempre que en ella se encuentren las capacidades y virtudes capaces de sacar a la nación de las grandes dificultades en que está sumergida. Sería bueno, además, oponerle otra persona, hombre o mujer, de piel blanca o negra o amarilla –no importa –para que también el pueblo pueda optar por una u otra… u otras. Y si el amigo bloguero me permite, ante el supuesto de una democracia y libertad plenas en derechos, sustituirle la categoría de lesbiana por la de disidente, desde aquí le envío mi apretón de manos. Y que el pueblo elija.

Pedro Armando Junco



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