miércoles, 18 de junio de 2014

Opinando a ciegas II parte


Ya sabía yo que el último párrafo de mi post anterior iba a levantar comentarios. Y cito mis propias palabras:
Y si me permiten ofrecer mi criterio al respecto con toda la franqueza y consideración que merecen los censores, pero ante la indisoluble concatenación de estas dos tendencias sociales que se complementan entre sí, yo prefiero un capitalismo socializado a un socialismo capitalista. 
Algunos me han dicho que no he sabido explicarme bien; otros han calificado de un sentido ambiguo el criterio expuesto. Pero otros se han lanzado a escribir a mi correo particular, al correo de mi casa, para exponer sus criterios y mucho lo agradezco.
Para quienes “quedaron en el aire” cuando di mi preferencia al capitalismo socializado, puedo citar con nombres y apellidos unos cuantos gobiernos en el mundo que, a pesar de estar catalogados como capitalistas, han conseguido, a pesar de la tan sonada “explotación del hombre por el hombre”, que sus pueblos lleven de forma paralela una vida colmada de altos niveles económicos y absolutas libertades de expresión y movimiento en toda la ciudadanía. Al respecto, Rafael Barreto opina:
Es cierto que el capitalismo es explotador y es abusador y es opresor, pero da opciones para vivir una vida normal. Unos las aprovechan más, otros menos. Es el menor de los males. Winston Churchill dijo que no se conocía nada mejor. Y es cierto. Ni la Unión Soviética con su poderío económico lo logró, y tuvo que renunciar a ese sistema después de más de 70 años. Ya Cuba pasó de 50, probablemente después de 70 años nos suceda lo mismo. La diferencia es que la Unión Soviética mantenía un nivel de vida. Cuba a los 70 años va a estar en ruinas totalmente.
Cuando los compañeros tocan al capitalismo y los capitalistas, todo se viene abajo, porque el don de crear producción es de una minoría exigua. Creo que el caso de Cuba es más que relevante.
Rafael Barreto.
Y si, a propósito, tomamos como ejemplo al Reino Unido, por hallarse en islas como la nuestra y mantener uno de los sistemas capitalistas más recalcitrantes, nunca he sabido de balseros que, a riesgo de sus vidas, se lancen al Canal de la Mancha para escapar del régimen.
No obstante a ello, no pretendo para mi Patria el sistema inglés. Ya en el siglo XVIII estuvimos en sus manos y Pepe Antonio prefirió a España. Sería muy bueno debatir con algunos blogueros amantes de la disputa si Pepe Antonio estuvo errado o estuvo en lo cierto.
Pero existen ya en el siglo XXI gobiernos de América Latina que, sin dejar de ser capitalistas, han dicho “stop” a la neo conquista y, sin pelearse con el supuesto conquistador, están caminando por un capitalismo socializado benefactor del pueblo, que es, a mi modo de entender la política, el primero y único objetivo de un gobierno justo. Hasta cabe traer a colación aquella frase de Henry David Toreau: “El mejor gobierno es el que menos gobierna”.
Cuando a José Mujica le preguntaron, luego de su triunfo democrático en las urnas, cuál sería el ejemplo de gobierno a seguir por el suyo, decididamente respondió que el brasileño. ¿Por qué aquel hombre que en sus años jóvenes fue tan rebelde, ahora que alcanzaba la victoria electoral escogió como rector al gobierno de Lula y no al de Chávez, por citar solo un ejemplo donde aparecen varios?
A la hora de evaluar el nivel de vida y desarrollo de los gobiernos latinoamericanos, los capitalistas socializados ganan terreno, mientras que los socialistas obstinados en una férrea igualdad –por cierto, inexistente –van en declive económico vertiginoso y se han visto conminados a enfrentar opositores violentos por no ofrecer oportunidades reales de cambio a la disidencia.
¿Por qué no prefiero al socialismo capitalista del que China es su mejor exponente? Primero, porque China está del lado de allá del mundo, muy lejos de nosotros; en segundo lugar porque su idiosincrasia nada tiene que ver con la nuestra; en tercer término porque son 1200 millones de personas hacinadas en un territorio muy limitado. En cuarto lugar, y sobre todo, porque los chinitos que se lanzaron en Tian’anmen pedían libertad pacíficamente y los masacraron. Y ningún gobierno que masacre a su ciudadanía es un buen gobierno. Pero hay una quinta razón que me hace rechazar al sistema comunista chino: la explotación del hombre por el Estado. Los chinos trabajan doce horas diarias durante seis días a la semana y ganan solamente, a pesar de que sus productos abarrotan el mundo capitalista, 50 dólares al mes.
Lo que hoy llamamos “Socialismo del siglo XXI” tiene dos caras. O mejor: dos tendencias reclaman para sí su calificativo eufemístico. Unos son los que, tras haber conseguido abolir dictaduras endémicas, injusticas sociales y carencia de libertades civiles, toman hoy, paso a paso, el camino de la nueva descolonización sobre las bases productivas del capitalismo, pero a la vez ofrecen a sus pueblos los derechos humanos básicos con un ideal socialista realizable y para nada utópico; son capaces de poner freno a las ambiciones de los monopolios mediante leyes de consenso popular desde las mismas plataformas políticas que los llevaron a las urnas… ¡y triunfan! Otros, los que, enmascarando sus tendencias tiránicas vitalicias, pretenden tapar el Sol con el estrecho dedo de que solo ellos son los justos, los que piensan correctamente, los que hacen las cosas bien y son los buenos. Pero todo se les viene abajo, porque estos sistemas sobreviven gracias a una burocracia desmedida, carente de sentido de pertenencia, que es raíz y causa de la corrupción, de la improductividad y del abandono de la mayor parte de la ciudadanía.

Pedro Armando Junco

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