lunes, 8 de septiembre de 2014

¡Al fin conocimos a Varadero!

–¡Qué lindo es Varadero, compadre! –fue el saludo de Rafael cuando nos encontramos por la calle.

Quedé sorprendido no solo por su euforia, sino porque Rafael trabaja en un mercado de carne de ovino por cuenta propia, en el que gana 20 pesos moneda nacional (ochenta centavos en CUC) por jornada de trabajo, y eso no alcanza ni para costear el ómnibus que pueda llevarlo hasta la mejor playa de Cuba, una de las más hermosas del mundo.

Luego me explicó que el lunes 25 de agosto, ante el asombro de los televidentes, Pánfilo estuvo en Varadero: Pánfilo y Chequera, especímenes que conforman por la tv un dueto humorístico en la emisión televisiva Vivir del cuento..

Nadie en Cuba se pierde este programa los lunes a las ocho y treinta. Es el único espacio que ha sobrevivido a pesar de la mordacidad de sus críticas. Y Pánfilo es el hilarante protagonista.

El cubano de la Isla gusta de ver y escuchar en otros lo que teme expresar como suyo. Tras tantos años de reprimirse a sí mismo, a pesar de que ahora la libertad de expresión es mucho más respetada, la autocensura subsiste todavía y la gente continúa expresando en público todo lo contrario de lo que dice en su casa. Es por eso que, ante una televisión atiborrada de criterios estereotipados y triunfalistas, un programa donde se tiendan los “trapitos al sol” al sistema de gobierno, se hace generalmente funcional y bien recibido.

Y el caso es que el equipo de realización de Vivir del cuento presentó una panorámica de Varadero, desde la misma entrada por carretera, con tomas elocuentes de su belleza natural: las aguas azules y cristalinas reflejando el cielo, las arenas de algodón frisado, las palmeras erectas y cuidadosamente plantadas. Pero sobre todo las edificaciones hoteleras, colmadas de turistas donde el cubano es un ave rara o no existente a no ser entre la servidumbre.

Y Pánfilo y Chequera al mirarse entre tanta belleza y exclusividad se comían a pellizcos para comprobar que no estaban soñando. Del lado de acá de la pantalla el pueblo cubano, el pueblo de a pie, el 90 por ciento de la totalidad de los cubanos, veía por primera vez al Varadero actual, al que no se tenía acceso ni de manera virtual.

Cuando llegaron al hotel, Chequera –un Sancho a lo moderno –se revolcaba en la cama amplísima y cómoda, mientras Pánfilo interiorizaba que cada una de las habitaciones tuviera varios departamentos y en cada uno de ellos hubiese un televisor gigante de pantalla plana, un refrigerador lleno de comestibles finos y bebidas exóticas, y hasta una caja de caudales digital, así como un baño más grande que la casa de su amigo.

La escena más simpática se desarrolló en el restaurante. Siempre es así, puesto que el peor déficit que sufre el pueblo de Cuba hoy está es la escasez de los alimentos y sus elevados precios. Los humoristas del país hacen énfasis en la comida, sobre todo en la carne de res, prohibida desde hace medio siglo.

Todo cubano que miraba el programa se vio representado en aquellos dos cómicos, desesperados por tomarlo todo, por acapararlo todo, inclusive quitando de las manos del turista el dulce que había tomado de la bandeja. Chequera se llevaba las bandejas completas.

Cuando arribaron a la mesa de los quesos y el sirviente les explicó la variedad de estos, no acertaban a escogerlos… ¡claro! El pueblo de Cuba solo conoce el “queso fundido” o “el queso frescal”, que en su árbol genealógico no tienen antecedentes conocidos. Parecido sucedió con las bebidas foráneas, puesto que lo que se ofrece a  la población cubana, a granel y a precio aceptable es algo eufemísticamente llamado “Cuba libre”, pero que el genio popular ha bautizado como “chiva prieta”: alcohol con azúcar y colorante.

Por fortuna para ambos no sufrieron la dolorosa indigestión que todos esperábamos, porque Pánfilo y Chequera estaban soñando. Todo fue una maravillosa fantasía. Los dos soñaron lo mismo y al mismo tiempo. Y allí también hay un chiste. Es el chiste negro del guionista: el sueño de Pánfilo y Chequera es el sueño del pueblo de Cuba que no puede visitar a Varadero. Varadero es para los turistas extranjeros, los altos dirigentes y oficiales de la nomenclatura del poder. Y estos, altamente afortunados, son una minoría.

Para cerrar con broche de oro el espacio, acordaron irse de vacaciones a un “campismo popular”, sitios preparados por el Estado cuando surgió la idea del turismo internacional, para que los cubanos no molestaran a los visitantes extranjeros en temporada de recreo.

Pero la euforia de Rafael es válida. Al menos hoy todo cubano que vio ese programa el lunes por la noche, puede asegurar que por fin conoció a Varadero.

 

Pedro Armando Junco

 



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