lunes, 8 de septiembre de 2014

Ética del bienestar

Durante el curso de verano auspiciado por la iglesia católica, se pusieron a la venta libros interesantes a precio ínfimo. Todos costaban un peso moneda nacional, lo que es equivalente a cuatro centavos en divisa. Y dentro de ese caudal de libros me llamó la atención una publicación de hace 20 años, cuyo título es Neoliberalismo. ¿sí o no? Su autor Gregorio Iriarte.

Pero como los libros interesantes son intemporales, quise leerlo y discutirlo puesto que, cuando enfrentamos una lectura de criterios, lo primero que tenemos que hacer es disponernos a objetar o aprobar su tesis.

No es mi propósito hoy discutir criterios, pese a que nunca se está totalmente de acuerdo con todo lo expuesto, sino colocar aquí, para disfrute de aquellos que lean este artículo, un fragmento muy interesante sobre algo tan vital para el ser humano como el agua y el aire: la impugnación de ese concepto generalizado de creer que la economía floreciente es la raíz de la felicidad y realización humana.

El autor Iriarte nos dice:

 

Sobre la racionalidad economista es preciso oponer una nueva racionalidad cuyo eje no sea la acumulación indiscriminada, ni el obsesivo mejoramiento de los indicadores económicos convencionales. La nueva racionalidad tiene que orientarse hacia el mejoramiento de la calidad de vida de la población. Al culto fetichista de los indicadores economistas hay que oponer la “ética del bienestar” y el desarrollo de las personas.

 

Y a partir de allí el autor presenta un decálogo de necesidades básicas para la verdadera realización del ser humano.

1.      La necesidad de la subsistencia: alimentación, salud, vestimenta y vivienda.

2.      La necesidad de la protección: sistema judicial eficiente, seguridad pública, seguridad social y primeros auxilios.

3.      La necesidad del afecto: amistades, relaciones familiares, relaciones sociales y autoestima.

4.      La necesidad de la identidad: cultural, nacional, familiar y personal.

5.      La necesidad de la educación: familiar, escolar, sociopolítica y auto educación.

6.      La necesidad de la libertad: de pensamiento, de expresión, de organización y religiosa.

7.      La necesidad de participación: familiar, social, política y económica

8.      La necesidad de la creatividad: la autorrealización, artística y científica.

9.      La necesidad del tiempo libre: descanso, deporte, lectura, medios de comunicación social y la interrelación con personas y la naturaleza.

10.  La necesidad de espiritualidad: experiencia de Dios, oración, fe, esperanza, caridad, gratuidad y perdón.

 

Puede que sean muchas las necesidades del hombre. Yo diría que estas son solo algunas de las más importantes, De hecho, todo el que lea este minúsculo trabajo ya estará hurgando dentro de su espiritualidad, y habrá encontrado seguramente otras necesidades que le urgen para sentirse realizado, que es la manera más discreta de ser feliz.

Otros sistemas y otros pueblos con otras idiosincrasias tienen cubiertas gran parte de estas necesidades. Gozan de un sistema de vida económicamente desahogado, cuentan con leyes justas y estables, disponen de excelente educación, se acogen a un sistema de salubridad magnífico, y hasta –constitucionalmente –practican la religión preferida. Sin embargo, en esos países las grandes masas poblacionales nunca llegan a sentirse personas totalmente realizadas.

Esto se pone en evidencia cuando un individuo que sufre deficiencias económicas, temeroso de leyes arbitrarias y carente de un sinnúmero de oportunidades castradas de raíz por el sistema político en que vive –como es el caso del cubano de la Isla –cuando se incorpora al sistema primeramente mencionado –como es el caso de los Estados Unidos –, sufre el shock de un vacío espiritual indescifrable, que no le deja vivir en paz.  

¿Entonces qué le falta? ¿Acaso es esa “libertad” que no aparece en los estatutos jurídicos y constitucionales de hacer de su vida lo que le venga en ganas, porque el engranaje del sistema social capitalista lo obliga a vivir trabajando o a sobrevivir en la miseria? ¿Acaso es la ausencia de otros puntos siguientes en este decálogo tan bien pensado, que establece que parte de la realización de un ser humano son las amistades, las relaciones familiares y sociales, tanto como la autoestima?

Cierto es que en Cuba falta mucho trabajo por hacer. Faltan muchos escollos que limar. Quedan muchos derechos por reconquistar. Pero nuestra idiosincrasia subyace en cualquier sitio a donde vayamos a vivir. Cierto es que la identidad cultural de nuestro pueblo no se ha recuperado por completo debido a tantos años de censura y autocensura; pero continúa allí, latente, en cada cubano inteligente dispuesto a plantear su verdad y ponerla a prueba, en cada cubano que se debe escuchar con todas sus luces y sus sombras.

Si el sistema judicial cubano adolece de independencia, hay que desatarles las manos a los juristas para que las leyes se hagan más justas y se lleven a cabo con equidad. Si la educación lastra concepciones políticas impuestas, ¿por qué no se despolitiza la educación? Si los trabajadores de la salud no cumplen su cometido a carta cabal, indaguemos por qué los médicos necesitan estímulos particulares para dar un mejor tratamiento al paciente. Si la maquinaria productiva del país se halla estancada porque la masa humana que la mueve no quiere trabajar, busquemos la causa de esa desilusión proletaria dando rienda suelta a los criterios del pueblo sin retóricas gastadas y vayamos a la raíz del problema.

Al margen de esas contrariedades, el cubano de hoy tiene garantizados todos los demás sectores de este decálogo; no obstante carece del principal sostén del capitalismo: la libertad económica absoluta.

Para eso trabajamos. Y tenemos fe en que aparezcan oídos receptivos a estos clamores.

 

Pedro Armando Junco

 

 

 

 



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