sábado, 19 de marzo de 2016

Campaña anti Aedes

Tomado del sitio "Cubanos por el Mundo"

 

El General Presidente ha decretado un alerta masivo contra el virus Zika. Según notas oficiales sobre esta peligrosa enfermedad, Cuba tiene el privilegio de conocer casos muy aislados que mantiene bajo estricto control. Se dice de ella ser la potencial deformadora del proyecto fetal en las mujeres embarazadas. En lenguaje médico, se supone que el virus Zika es el causante de la microcefalia, deformación prenatal más inhabilitante que el síndrome de Down. Y solo es transmisible por el mítico Aedes Aegypti, causante del dengue, la fiebre amarilla y el chicungunya.

Se ha movilizado al ejército, a la policía y a las organizaciones de masas; se ha lanzado un llamado a la población –como es lógico– que, a fin de cuentas, es a quien va dirigido el amparo preventivo. Acá en Camagüey, como seguramente en toda Cuba, se autorizó el "Plan tareco", que es el consentimiento para que la ciudadanía eche fuera de su casa toda la basura y los escombros que durante un año o más se le ha venido acumulando. En efecto, las calles se hallan casi intransitables de tanta inmundicia acumulada durante tan largo período de tiempo. Escuché la ironía peyorativa de alguien: "La gente ha echado fuera de su casa a la mitad de Camagüey."

Al parecer, el mosquito Aedes no es tan escrupuloso como hasta hoy se ha dicho: que solo se reproduce en aguas limpias. De lo contrario no habría porqué temer a la insalubridad de las cloacas derramadas por tupición, a los desperdicios que la población arroja del hogar en javitas de nylon o a granel en cualquier esquina debido a la ausencia de contenedores de basura, a los huecos de las calles con charcas putrefactas. Si el dengue llegó a Cuba para quedarse, si ya es endémico, es muestra de la incapacidad que se ha tenido para eliminar este peligroso vector.

El pueblo cubano sufre una etapa epidemiológica atroz y sin precedentes en su historia. Por momentos aparecen epidemias, muchas de ellas sin nombres, que nuestros médicos no son capaces de clasificar con certeza y que simultanean con las transmisibles por el mosquito, pero que nada tienen que ver con él, como son el cólera, la H1N1, la lepra, la tuberculosis y muchas más.

Quizás por esto se realiza esta campaña de higienización en nuestras ciudades. Este ejercicio es magnífico. Y de cierto modo hasta resulta gracioso observar cómo algunos botan algún tareco viejo e inservible y al momento aparece otro que lo descubre, lo examina, lo recoge y se lo lleva para su casa. Entre las categorías del humor, existe también el humor negro. Es el apogeo de la miseria.

Pensar que esta campaña de higienización va a resolver el problema de las epidemias resulta pueril e ilusorio, porque ¿qué piensan las autoridades con esa multitud de perros sin dueño que defecan en medio de las calles, y esa otra multitud que sus dueños sacan a evacuar excretas también por las tardecitas en sitios públicos para que no le hagan la "gracia" dentro de sus hogares? ¿Qué piensan hacer con esos caballos que halan carretones de transporte urbano como en el siglo XIX cuando el acarreo motorizado no existía y las avenidas eran de tierra absorbente? Porque el asfalto no recicla la orina ni la bosta equina, sino la esparce por toda el área transitable y espolvorea la fetidez más allá de la ruta carretonera. Dentro de esa fetidez viajan los virus.

¿Por qué, haya o no escasez de agua en las represas, se le raciona el agua potable a la población? El agua es el fundamento de la higiene. Al reducirse su abasto se conspira contra la limpieza de la ciudad. ¿Acaso la costumbre de racionarlo todo, aunque haya abundancia, es un síndrome de la dirigencia nacional? ¿Por qué no se ofertan en las bodegas o farmacias, liberados y a precios aceptables, productos insecticidas y venenosos contra ratones, esta otra plaga que pulula en los hogares cubanos?

Y, ¿es posible obviar la inadecuada alimentación del pueblo? Un organismo humano mal nutrido es proclive a contraer más enfermedades que otro con dieta balanceada. ¿Cuándo un cubano de a pie consume pescado de mar a pesar de vivir en una isla con miles de kilómetros de costa y una plataforma insular privilegiada? Acarrear productos marinos, en la práctica, es una acción ilícita que implica el riesgo de la multa y la confiscación de mercancía. Consumir derivados vacunos es también una práctica subrepticia; portar carne de res es un delito sancionado con tanta severidad como el homicidio y peor que la tenencia de arma de fuego. La población cubana está obligada a comer vegetales –muy caros, por cierto– y esos engrudos misteriosos que ni los científicos han logrado descubrir sus orígenes. Si a esto sumamos la degradación monetaria de los salarios a poco menos que inútiles, la complexión física de un cubano de a pie invita a los virus para que la invada.

La solución, desde mi modesto criterio, no radica solo en perseguir al satanizado mosquito Aedes, sino en emprender caminos más realistas y funcionales con respecto al pueblo, acordes a la objetividad que los presenta para superar, porque cada día se incrementan con mayor arrojo el peligro de las epidemias.

 

Pedro Armando Junco

 

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