Tomado del sitio "Cubanos por el mundo"
¿Cuál será el porvenir de un país que a las doce del mediodía se paraliza?
Esta pregunta quedó sin respuesta cuando alguien la echó a rodar entre un grupo de personas que discutían acerca de lo que se cierne sobre Cuba. Las expectativas de la nación, dentro y fuera de la Isla, son diametralmente opuestas. Allende el mar el cubano sufre la ausencia de la Patria, pero tiene un horizonte amplio con las más disímiles perspectivas y la posibilidad de escoger el camino que más le acomode; disfruta la libertad de pensar hacia dónde ir y cuales esfuerzos debe realizar para alcanzar una meta. Acá, un Gobierno, mediante un Partido, piensa por todo el pueblo y decide las medidas a tomar en sus más altos niveles, e intenta resolver como un problema económico lo que en realidad es un problema político.
Para nada se consulta a las masas populares, y menos aún se les informa el núcleo de las cuestiones que perjudican a la sociedad. Los medios continúan su discurso triunfalista, lavando y tendiendo los fiascos del capitalismo en el confín del mundo, pero soslayando por completo una información que la ciudadanía harto conoce. Pero ya no estamos en los años noventa, cuando el mundo entero sabía que la URSS se desmoronaba igual a un castillo de arena y los cubanos continuaban en el limbo hasta que un día el presidente lo declaro al pueblo. Hoy, hasta el menos instruido se ha enterado de que el actual sistema venezolano ha fracasado; que Cuba, prendida de su cordón umbilical no recibirá más petróleo casi gratuito y "torcido en oro" por "el sudor sangriento" de miles de internacionalistas nacionales, cuya carencia resultará altamente negativa al Gobierno de la Isla y a la sociedad que representa.
El colmo del error está en paralizar al mediodía las entidades burocráticas y de servicios. Es cierto que la mayoría de estas instituciones son improductivas y consumidoras, pero hay servicios básicos que afectan a la población de manera directa. Entre los primeros, el transporte estatal. Debido a este déficit, los transportistas particulares que nada tienen de santos ni de bien intencionados, que son parte de esta misma sociedad, sin voz ni voto en las asambleas del Partido, elevan los precios del pasaje con una directa afectación al bolsillo público. Cual si se tratara de una partida de ajedrez, parecido a como se hizo con el tope de los precios en el agro, se pretende normar el importe del pasaje, dejando a un lado la vieja ley de la oferta y la demanda. La jugada siguiente por los cuentapropistas será el giro por la izquierda; o sea, la ilegalidad, realidad latente que bien conoce la dirección del país, pues no es rentable comprar combustible en área dólar estatal. Si el chofer de un "almendrón" cualquiera cobra veinte pesos por pasajero, al llevar ese importe al contexto de la gasolina que le ha comprado al Estado por divisas, no son más que ochenta centavos sus honorarios. El problema no radica en lo que cobra el taxista particular. ¡El problema está en que el cubano promedio gana menos del equivalente a un litro de diesel en una jornada laboral completa!
Claro que un país en donde todos viven dentro de la ilegalidad para subsistir, porque las leyes y los decretos son embudos demoledores hacia las arcas del Estado, una transgresión más, entre tantas, no se echará a ver; es por eso que prevalecen el taxista y el camionero particulares: adquiriendo por la bolsa negra petróleo robado a quienes tienen en sus manos la posibilidad de escamotearlo al Estado.
La próxima jugada por la parte estatal será incrementar los inspectores y, por ende, la burocracia, que salvaguarda el síndrome más elevado de ilegalidad latente en este sistema de gobierno: sobornadores, extremistas, incompetentes, etc. La réplica de los particulares será desafiar el riesgo con una desaforada incrementación de los precios a escondidas y entonces vendrá el jaque policial y las excesivas sanciones. Así sucedió con la prohibición comercial de la carne de res, que a fin de cuentas y a pesar del riesgo, el pueblo la sigue trasegando y consumiendo.
Nuestros dirigentes no acaban de entender que así no se irá a ninguna parte; o mejor, sí: a la crisis general que puede provocar una estampida mayor que la que hoy se sufre, más la posibilidad de un estallido social como todo parece indicar sucederá en Venezuela.
Todavía no ha llegado el momento de los grandes apagones. Y que Dios no lo permita. Porque en este juego de ajedrez donde se enfrentan la población y el Gobierno, este último tiene bien alineados sus alfiles y las torres demoledoras; pero, ¡cuidado!, porque su contraparte cuenta con infinidad de peones y caballos saltarines que son capaces brincar de un lado hacia otro y provocar el caos.
Lo que puede salvar y encaminar a Cuba hacia la prosperidad y el desarrollo pacífico muy bien lo conocen "los de arriba". Sería muy saludable que el Gobierno cambie, para que no haya que cambiar de gobierno, pues eso sería desastroso a corto plazo y es lo que hay que evitar. Pero que cambie de verdad. No hablar de cambios para que todo continúe igual o peor. Déjese al cubano trabajar y recibir el pago real de lo que produce, permítase al cubano sindicalizarse con libertad y tener voz propia. Y establézcase el diálogo abierto, público, limpio y bien intencionado con aquellos que piensan diferente. Solo así se saldrá en paz de esta crisis.
Pedro Armando Junco
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