Tomado del sitio "cubanos por el mundo"
Los gatos de mi casa fastidian en demasía. Son muchos y cada uno de ellos es diferente: unos son mansos y cariñosos; otros rebeldes y ariscos. Pero la mayoría son ladrones; también es cierto que roban porque pasan hambre. El hecho de alimentar bien a mi familia me priva de tenerlos rollizos. Al fin y al cabo, ni ratones cazan los muy perversos. A veces quisiera verlos desaparecer a todos, pero ¿qué dirían los vecinos del barrio, filántropos del reino animal, que se dejan ver por las tardecitas sentados en los portales de sus viviendas con obesos perros de raza y mininos limpios y cebados? No me queda otra opción que soportarlos y, si se ponen majaderos, brindarles un cebo cualquiera para cuando se acerquen darles un pescozón en la frente.
Esta filosofía lógica es quizás la que implementa el Gobierno para el pueblo cubano. No es la primera vez que presentan la pequeña carnada entre el índice y el pulgar, y al acercarse el pueblo muy contento a tomarla, le propinan el golpe. Es el incuestionable método de los tanques pensantes del Sistema. Ya sabían que la crisis económica tocaba las puertas y rebajaron los precios a unos pocos productos de primera necesidad. Los "gatos" le partieron eufóricos al señuelo. Dejaron tiendas sin aceite, se fajaron en las colas, declararon por los medios televisivos y la prensa que ahora la economía del país sí iba en ascenso y que, sobre todo eso, el entusiasmo en lo adelante cada semana se iría reduciendo el importe de esos y otros muchos productos más, hasta nadar en la abundancia. Hubo quien matemáticamente calculó: "si un litro de aceite antes me costaba cinco días laborables, una depreciación de 20 por ciento me dispensa un día menos de trabajo en la semana". ¡Vaya ecuación revolucionaria!
Pero la euforia duró poco. Parte de la población estuvo de plácemes hasta que los más contentos se tocaron el bolsillo y se percataron de que lo tenían tan desinflado como antes.
En los gráficos del entusiasmo, el puntero se elevó como nunca antes en mucho tiempo. ¡Esa era la hora exacta de "soltar la podrida"!: el anuncio de la crisis del petróleo venezolano por la caída de los precios; paradoja incomprensible, pues, si el país no es productor de crudo, sino por el contrario tiene que adquirirlo en el exterior, habría que estar contentos con la noticia, debido a que con menos divisas se adquiriría mayor cantidad de hidrocarburo. Pero el Ministro lo dijo para que se entendiera sin análisis ni réplicas de nadie, como desde hace medio siglo se ha venido acostumbrando a la población.
Para andar sin rodeos, crisis de petróleo significa crisis general. En cualquier país del mundo hoy la energía lo mueve y lo regula todo y así ha de ser hasta que se descubran fuentes generativas alternas de energía, capaces de igualar en eficacia al combustible fósil. Cuba apenas produce una mísera fracción del carburante necesario. Sin combustible no habrá equipos para incrementar la agricultura de la que se aspiraba duplicar su producción; se limitarán y paralizarán las industrias; empeorará o desaparecerá el transporte público, etc. El escarpelo ha tocado hasta la cuota de muchos directivos obesos de la clase media que acostumbraban asistir a la playa y resolver "otras necesidades" con gasolina estatal gratuita.
El coscorrón puede llegar hasta los apagones eléctricos que, en un país donde se electrificó la cocina hogareña, han de resultar funestos. Pienso que a una madre que esté cociendo los alimentos de su bebé, se lo interrumpa un corte de electricidad en el hogar, no podrá dormir con buen humor esa noche; o lo que es peor: estará dispuesta a salir a la calle para manifestar su incomodidad.
Mucho queda por especular sobre el tsunami que amenaza a la infausta Isla donde quienes la dirigen siguen empecinados en mantener un sistema político, económico y social que ha fracasado. Temen ser expeditos con la economía privada, porque el empoderamiento del ciudadano común puede cambiar las reglas del juego y prefieren cualquier crisis, hasta el caos, antes de darse por enterados. Por eso hay quienes, como gatos ariscos, huyen a los patios vecinos en los que sus dueños los ponen a cazar ratones, pero al menos los cuidan y alimentan bien. Mientras, los más estoicos y resignados, cuando reciben las infaustas noticias solo fruncen el ceño, toman aire y alistan su entelequia para descubrir la mejor fórmula de paliar lo que se les viene encima.
Pedro Armando Junco
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