jueves, 24 de octubre de 2019

Academia

Hace solo unos días, en la Jornada por la Cultura Nacional, quise visitar a Elia y Yuslema, funcionarias de la editorial Ácana, que por razones de restauración en la sede están ahora radicadas en la librería Ateneo.

A los camagüeyanos nos resulta familiar esteprestigiosolocalde la calle República, rehabilitado no solo para la venta de textos, sino también para conversatorios y conferencias.

Me bañé temprano y vestí con algunas prendas importadas de mi último viaje al país de los malos: "shorpeta" o "shorpán" en el neologismo nacional, que es ese tipo de pantalón corto a la rodilla que tanto visten los turistas cuando visitan nuestras cálidas tierras; calcé, además, un par de "zapatillas" vistosas –otro neologismo de los zapatos tenis– y mi recién estrenado champú encubridor de canas. Con ese atuendome dirigí a Ateneo para ultimar detalles de mi futuro viaje a Guáimaro con vista a presentar allá los últimos ejemplares de La Furia de los vientos.

No está de más aclarar que los diez días de la Semana de la Cultura Nacional, igual a los días de La Feria del Libro, conforman el tiempo ideal y añorado por los intelectuales para hacer zafra en conversatorios, presentaciones de libros, conferencias –magistrales o no–, pues se nos paga alrededor de ocho CUC, equivalentes a ocho dólares o doscientos pesos nacionales por cada trabajo. Ese dinerillo sirve de aliciente extra para adquirir en las shopping jaboncitos, detergentes o muslos de pollo, sin tener que exprimir el bolsillo más de lo cotidiano.

Y sucedió que al entrar a la librería, dos de nuestros más destacados eruditos ofrecían la presentación de un libro: un conocido compañero de la radio y una fémina destacada literata, mujer muy muy inteligente, según el concepto de mi propuesta en la Academia. 

El conversatorio no me pareció interesante, pero atendiendo a las buenas normas de conducta y a lo dicho más arriba, tenemos que aprovechar hasta la mínima brecha para ocupar un espacio y buscarnos el chequecito de ocho dólares. La exposición de aquellos intelectuales con solo un "nutrido" auditorio de cuatro personas más,obligó a sentarme para engrosar elconjunto. El tematenía por base explicar sobre un libro que a la vez explica cómo se calienta el agua fría. Hasta me pareció interesante escuchar a la inteligente doctora en letras exponer la tesis de aquel libro acorde con los días que correnfrente a la escasez de gas licuado y electricidad; el libro aconseja la manera fácil y económica de calentar el líquido:poner un cubo de agua al sol en el patio desde el mediodía–y si el cubo es de metal mucho mejor– para contar con agua tibia a la hora del baño.

El caso fue que al terminar el acto y pasar al interior de la librería, tropecé con Erick. Erick Suárez y Omaní Brito, funcionarios del centro provincial del Instituto del libro, a más de amigos y camaradas de las letras, son miembros honoríficos de la Academia Popular a la que pertenezco. No hizo más que verme el pícaro Erick y comenzó con la risita por el fiasco que me propinaron el día de la asamblea en la Academia, al derrotar mi tesis sobre las mujeres inteligentes y las brutas. Me echó el brazo y me dijo:

–Lo siento, amigo, pero tu teoría es inconsistente. Remember la eslovena del hotel Vedado.

Creo que en otro artículo de mi blog o en Facebook colgué fotos de la muchacha. Osmani la fotografió en la piscina y por la noche la conocimos personalmente en el lobby y hasta me dijo en tan mal inglés como el mío, que se llamaba Susana. Ese fue el punto final; la definitiva derrota de mi tesis sobre cómo catalogar a mujeres brutas e inteligentes.

Hace solo semanas los miembros de la APHP reunimos un dinero para celebrar el aniversario de su fundación y, como allí todo se resuelve a modo suizo, mediante referendos, llevamos a votación qué tipo de cervezas compraríamos. Existía un fondo de mil pesos nacionales para la cerveza. Eso no es mucho dinero a pesar de la pequeña cantidad de miembros y hubo algunos que plantearon comprar cervezas Bucanero, alegando que es la mejor cerveza cubana. Pero otros propusieron que mejor adquiríamos Tínima, tres veces más barata, de nuestro terruño y casi de la misma calidad. Inclusive la propuesta estuvo rebatida por la adulteración que sufren las botellas de Tínima en el mercado, los restaurantes y otros centros de esparcimiento.Pero de inmediato alguien señaló que "si la compramos a los vendedores clandestinos vecinos de la fábrica, no viene alterada, porque estos se las ingenian para sacarla libre de vicios desde la fábrica". El caso se llevó a votación y ganamos por ancho margen gracias a nuestro regionalismo clásico. En nuestra academia se respeta el criterio individual y se vota sin miedo a represalias posteriores. Se gana por mayoría: triunfa la mitad más uno. Nunca por unanimidad como en la Asamblea Nacional y otras convenciones políticas estatales.

Ganamos lo de la cerveza, pero la vez que llevé mi tesis sobre laprincipal diferencia entre las mujeres brutas y las inteligentes, basándome en mi experiencia personal de que las de intelecto no tienes nalgas y las brutas sí, Erick y Osmany me sacaron, a la luz de toda la nomenclatura, cuando la Feria del Libro en La Habana vimos a una muchacha de Eslovenia, rubia de ojos azules de unos veinte años –Osmany la comparó con Friné y Erick con Elena de Troya– que tenía un cuerpo maravilloso, incluyendo unas posaderas rimbombantes y era, de hecho, una muchacha muy inteligente.

Claro que utilicé mi derecho a réplica y expresé que yo no me refería al color de la piel, porque he conocido a muchas mujeres blancas de grandes nalgatorios, aunque por regla general son las negras y las mulatas quienes disfrutan ese privilegio a pesar de que en su gremio existen menos intelectuales. Agregué también que nunca pudimos saber si Susana era inteligente o no con solo haber obtenido de ella unas pocas sonrisas y el aroma de su nombre.Hubo alguien, incluso, que en defensa de mis razones aseveró: "hay mujeres que guardan su intelecto en el trasero". Pero la ausencia de excepciones en mi teoría redujo definitivamente la posibilidad de aprobación.

La discusión estuvo candente. En la Academia Popular de Hombres Promiscuos(APHP) se respetan los criterios y no se toma represalia contra la minoría perdedora. Los miembros todos somos hombres de amplia gama de relaciones amorosas y participamos del criterio de que lo empírico es más real que lo científico. El resultado esta vez fue que perdió mi tesis por la mitad menos uno. Y las risitas de Erick esa tarde en la Ateneome incomodaron un tanto.

Al salir a la calle República, a solo unos metros de la librería, alguien tropezó conmigo, Literalmente. Yo que venía arrastrando el adoquinado con la mirada, casi choco con alguien, y para sorpresa, a solo diez centímetros de mi cara veo a una muchacha que me suelta un beso. Quedé petrificado. Pensé que podía ser alguna que me conoce y yo no recordaba. Pero ella me toma de la mano y me lleva hacia el portalito de una shopping que ahora vende equipos fotográficos. Era una mulatica igual a las de Wilson en el semanario "Palante": Bruta, bruta, bruta. Tendría apenas veinte años. Eso sí: llena de coloretes por todas partes, pero no me hablaba. Me hacía señitas, tiraba besitos, ysuccionabaalgo abstracto con la boca mirando la parte superior de mi pantalón corto.

Entonces fue que caí en cuenta de la realidad: estaba siendo abordado por una jinetera profesional que me había confundido con un turista europeo. Nunca supe si su mutismo se debía a la brutalidad de no hablar otro idioma que el callejero, o quizás el mucho trabajo de su boca le había afectado las cuerdas vocales.

Luego de varios minutos de insistencia por su parte y de rechazo por el mío, hallé la solución expresándole cuestiones de apuro:

–Hoy no, mi amor. Quizás otro día, pero dentro de pocos minutos me esperan en una reunión del Partido.

Dichas estas palabras mágicas me dejó partir. Casi en escape fui a dar al grupodebici taxistasque aparcan en la calle Santa Rita. Ellos habían disfrutadola escena de ataque y estaban riendo todavía cuando llegué. Los puse al corriente y uno agregó:

–Este es –en referencia a la mulatica bruta– su lugar de pesca. Y no creas que le va mal. A veces le "caen". Cobra entre cinco y ocho dólares por el sexo oral, según las exigencias del cliente.

Cuando me alejaba por Santa Rita, la mulatica bruta continuaba mirándome. Y me lanzaba señitas. Me alejé entristecido de mirar a una jovencita tan bella, que pudiera andar como Susana,la eslovena,recorriendo felizmente el mundo, en vez de ganarse la vida con un trabajo tan sucio. Y hasta me dio por sonreír de dolor al pensar en la ironía de la remuneración por su faena bruta, similar a las que se pagan por conferencias y presentaciones a nuestras mujeres inteligentes.

 

Pedro Armando Junco

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