jueves, 4 de junio de 2020

Hechos históricos dignos de la posteridad

"El 20 de febrero de 1943, Dionisio Pulido, un campesino, se
encontraba trabajando la tierra en las cercanías del pueblo Paricutín,
cuando de pronto ésta empezó a temblar, se abrió la tierra y empezó a
emanar un vapor muy espeso, a sonar muy fuerte y a volar piedras. Muy
asustado, el señor Pulido avisó al pueblo".
Como pueden ver este relato extraído de la Wikipedia, narra el
soberbio nacimiento del volcán Paracutín, en México. No es una
leyenda, es una referencia efectiva, cuyo protagonista ha pasado a la
historia gracias a presenciar el nacimiento de un volcán moderno
debajo de sus pies de obrero agrícola.
Nosotros, los vecinos de la Plaza Santa Ana, reclamamos otro lugar en
la historia por haber tenido el privilegio de ver las continuas
erupciones en El volcán de nuestro legendario Camagüey. Cada dos o
tres días observamos una cordillera de humo, surgida desde las mismas
entrañas de las "coleras" del barrio, cuando El Volcán realiza una
erupción de pollos, salchichas o picadillo de pavo. En vez de arrojar
piedras y lava, hoy hizo temblar la tierra una serie de broncas
callejeras entre mujeres, casi todas jóvenes, por comprar salchichas.
Se fusionaron jalones de pelos, vaporosos manotazos como piedras
pómez, algún que otro arañazo de baja densidad y un sinnúmero de
multas policiales debido a la indisciplina social de ciertas escorias
salidas desde la más profunda entraña de la sociedad.
La última erupción del Popocatépetl, hace solo cuatro años, es una
pizpirigaña en comparación con los estallidos de nuestro Volcán. Y
esto se debe al desespero de la gente por alcanzar un tantico de
proteína. Pienso que la de hoy, debido a un magma poblacional tan
elevado, pudiera ser capaz de sepultar a una nueva Pompeya,

Pedro Armando Junco

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