Ayer lunes 3 de agosto se presentaron en mi casa dos funcionarios de
la Unión de Escritores para notificarme la separación definitiva de
este organismo, "por actuar en franca contradicción con los
principios, estatutos y reglamentos de la UNEAC".
Como todos mis seguidores pueden imaginar, esto ha sido en respuesta
al atrevimiento de escribir una carta pública, mediante Facebook, al
presidente Díaz-Canel.
Para nada me ha sorprendido esta violación del artículo 54 de la Ley
de Leyes, recientemente promulgada: "El Estado reconoce, respeta y
garantiza a las personas la libertad de pensamiento, conciencia y
expresión"; por el contrario, me extrañó que demoraran tanto en violar
la Constitución, pues desde el requerimiento que me hicieron a final
de julio con la esperanza de obligarme a pedir perdón al estilo de
Heberto Padilla hace ya casi sesenta años, los estuve esperando.
Ustedes, amigos en Facebook, leyeron mi carta. Si la recuerdan,
notarían el respetuoso cuidado con que la redacté y la manera
transparente de exposición con la que cualquier ciudadano de un país
libre puede dirigirse a la máxima figura gubernamental.
Pero lo que les duele es la acogida positiva por miles de personas que
dieron like, comentaron o compartieron en sus muros, haciendo suyas
las dos propuestas principales de esa misiva que encierra el sentir de
la mayoría del pueblo cubano: el NO a la segregación de nuestra moneda
frente a las divisas extranjeras y la libertad económica de todos
aquellos que producen alimentos.
No aparecen en los listados de Facebook la particular aprobación casi
secreta de tantos amigos, conocidos, compañeros del ámbito cultural y
hasta familiares y vecinos, que desde el siguiente día de la
publicación me han felicitado con las palabras más halagadoras y
festivas, mirando de reojo, temerosos de que "alguien" pueda
escucharles decir: "¡Qué bueno estuvo lo que planteaste!", "¿Te
felicito, hermano!" O, sencillamente: "¡Cuídate, mi amigo, que a
partir de ahora tendrás el ojo encima!", porque no han tenido el valor
de escribirme un comentario o pinchar un like aprobatorio
públicamente.
Y yo los entiendo. ¡Tienen miedo! No quieren adentrarse en aguas
profundas y poner en riesgo el salario que apenas les alcanza para
comer o la prebenda social que algunos disfrutan. Viven ignorantes de
aquel aforismo de Alejandro Jodorowsky: "Tu miedo termina cuando tu
mente se da cuenta de que es ella la que crea ese miedo."
Pero si el riesgo fuese real, no se preocupen, queridos seguidores de
Facebook, mi silencio les dirá la última palabra.
Pedro Armando Junco.
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