jueves, 20 de agosto de 2020

Respuestas sobre la peña

Siento mucho no poder responder la totalidad de comentarios que han
hecho a mi último post sobre la Peña. Ante todo el sincero
agradecimiento para quienes me otorgaron apoyo sin cuestionamientos. A
estos mi caluroso saludo.
Pero no es bueno pasar por alto a quienes dejaron entrever sus dudas
sobre algunos criterios expuestos, principalmente cuando afirmé que la
Cuba de hoy no es la misma de hace sesenta años. ¿Bastarían miles de
páginas para los ejemplos? Creo que no. Además, mi postura no es para
criticar lo malo que ya se hizo, sino para enderezar lo errado que
ahora se haga. Pero me pica, sí. Me pica mucho y voy a ponerle un
ejemplo a la persona que me lanza la flechita envenenada, para con
solo una muestra responderle:
¿Recuerda usted, amiga mía, cuando a la caída del campo socialista
diez intelectuales cubanos, (Raúl Rivero, María Elena Cruz, Vázquez
Portal y otros siete) todos miembros de la UNEAC le escribieron una
carta a quien era presidente del país en ese momento? ¿Recuerda usted
qué les sucedió a los diez intelectuales? A mí, hasta hoy, nada me ha
sucedido.
Otro me nota tambaleante… pero lo dice desde Miami; me basta. No ha
faltado que un opositor que mucho respeto, me eche en cara la ironía:
¡Somos felices aquí!
Por supuesto que el criterio de Emilio Arteaga Pérez –para mí de alto
valor realista– es de agradecer intensamente. A veces "nos la guardan"
para cobrarla muy caro a la primera oportunidad. Pero si algo me
sucediera para eso están ustedes y lo gritarán al mundo y me
convertirían en símbolo. Y los símbolos son como corchos que emergen
en la historia para siempre.
En fin, sepan que mis objeciones son para contribuir a los cambios que
ya operan, quiéranlo o no, en Cuba. Si no hay cambios económicos,
iremos a la hecatombe social. Y para los que dudan de la Patria que
sueño: libertad de prensa absoluta, un partido de oposición,
elecciones directas, no más la consigna de que "aquí nadie puede
hacerse rico". Pero ese no es mi arte. Mi arte es, antes que eso, la
infraestructura de un pueblo educado y culto primero, para que lo otro
llegue con bases sólidas después. Sin odios ni deseos de venganzas,
porque como dijo alguna vez Mahatma Gandhi, si aplicamos la ley del
ojo por ojo, el mundo ha de quedarse ciego.

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